20130612

Desaforismos de Raúl Aceves

Por Jorge Orendáin
Foto: Dánae Kótsiras

Librería José Luis Martínez del FCE
7 de junio, 2013



Antes de hacer algunos comentarios acerca de este nuevo libro de Raúl, me parece importante dar una breve explicación de lo que es un aforismo. Lo más seguro es que al final tengamos más preguntas. Pero precisamente de eso se trata el aforismo, de preguntar como si afirmáramos, y afirmar como si preguntáramos.

Parte 1
Varios autores coinciden en señalar que el aforismo se trata de un término usado en la tradición griega desde siglos antes de nuestra era: lo usaron Hipócrates, Heráclito, Pitágoras, Platón, Demócrito, Confucio, Lao Tsé, Séneca y Cicerón. Enfatizan que no hay que confundirlos con el haikú, la tanka, el proverbio, el pensamiento, la sentencia, el cliché, el refrán y las máximas, ya que coinciden en su pequeña longitud. Para Raúl Aceves el aforismo debe ser:

“interdisciplinario, multiforme, anárquico, versátil, libre, liberador, espontáneo, heterodoxo, asistemático, impredecible, subversivo, ligero, veloz, punzante, regocijante, irritante, luminoso, el hippie de la lengua...”.
     
Raúl dice que cuando el aforismo pretende ser autoritario o dogmático “pierde fuerza en la medida que trata de imponer su ‘verdad’, porque el aforismo es tan sólo un punto de vista entre los muchos posibles y en eso radica su valor: enriquece los pensamientos sobre la realidad, abre la perspectiva [...] elude el tono profesoral o doctrinal para distinguirse de la máxima, el proverbio y la sentencia, los parientes solemnes de la familia”.
      Irma Munguía Zataráin y Gilda Rocha expresan que “el discurso aforístico es una forma devastadora de la crítica ya que se constituye a partir de una nueva perspectiva sobre la realidad, para expresar y proponer un punto de vista o una opinión que contradice y cuestiona, con argumentos que parecen inapelables, valores, creencias y actitudes que la tradición ha consagrado y que ha ofrecido como única respuesta a necesidades vitales”.
      De esta manera, continúan, “es posible ver en el aforismo un juego irónico pues es el lugar de encuentro de dos puntos de vista cuya coexistencia conduce a una ruptura con los valores establecidos [...] El aforismo se apoya en una nueva visión del mundo con el fin de descalificar y negar, a veces violentamente, el punto de vista tradicionalmente aceptado, y proponer otro que es presentado en forma breve y que es tratado como si fuera una “verdad absoluta” o como una “definición”. Aquí vale la pena recordar una frase de Milan Kundera: “El aforismo es la forma poética de la definición”.
      Es evidente que el aforismo no puede ser sometido a la verdad o a la falsedad... y esto se debe a la “voluntad de verdad” que es esencial en la ironía, el nuevo punto de vista se convierte en una nueva manera de conocer el objeto al que hace referencia el aforismo”. Esto nos remite a Karl Kraus cuando dice que “un aforismo no tiene necesidad de ser verdadero, pero debe volar por encima de la verdad”.
      Por último, las autoras ya citadas dicen que “el aforismo es una forma de pensar y de decir críticamente, es un discurso persuasivo [y hasta intrigante] que condensa la negación de valores establecidos y la afirmación de un nuevo punto de vista; por lo tanto, es un hecho de conciencia, de lengua y de cultura. Su percepción exige un lector con la formación adecuada para reconocer —esté o no de acuerdo con la perspectiva [...] Es tal su poder de ruptura y de persuasión que, en muchas ocasiones, lo menos que puede hacer el lector, es guardar un silencio traicionado por la sonrisa irónica”.
      De los autores consultados, es fácil advertir la coincidencia en relacionar la escritura del aforismo con la filosófica debido a que es producto de una reflexión sobre qué es el hombre, qué es la realidad, qué es la verdad, cuál es el sentido último de la vida, etc. En otras palabras, el aforismo no sólo es una forma literaria, sino también una forma de hacer filosofía que ha sido tradicionalmente empleada por muchos pensadores de todas las épocas.
      Igualmente, el aforismo está emparentado con el discurso poético, puesto que utiliza recursos propios de éste como son el ritmo, el juego de palabras, aliteraciones, metáforas, etc. para producir el efecto deseado.

Parte 2
Y bueno, todo lo anterior es para decir que Desaforismos es un libro de metafísica lúdica que podemos consultar a cualquier hora de la vida, para buscar las respuestas que se nos han estado escondiendo entre tantas preguntas; es un petardo que nos despierta los sentidos y nos agudiza la visión interior; es una invitación a contemplar todos los mundos posibles para fincar en ellos nuestro asombro; es la búsqueda al centro, al origen de todo, a nuestra casa original.
Los temas son múltiples. Sin embargo, creo es un libro centralmente filosófico que nos bombardea con preguntas acerca del mundo interno y externo que habitamos; un libro que nos habla del ser y su origen, de Dios, del vacío, del amor, del tiempo, del silencio, de la muerte, de la trascendencia. Otro tema frecuente es la relación, casi siempre negativa, que ha tenido el ser humano con la tecnología, la naturaleza, la imaginación y el arte. En estos aforismos, las personas, transfiguradas en cosas, necesitan pruebas de su existencia, se miran interminablemente en el espejo, se sienten superiores a las palabras, compiten entre sí, inventan fronteras; pero un día despertarán sorprendidas en un mundo diferente que ellos mismos han construido.
 En estas páginas los hombres y mujeres se unen con los elementos de la naturaleza, con objetos, con lugares y animales para enseñarnos las partes ocultas del mundo y que no nos atrevemos a imaginar.
 Este libro es una invitación a navegar “hacia mares menos mojados de realidad”, a la vez que se critica al materialismo, a nuestra “hambre absurda de posesiones”. Desaforismos es un espacio para dialogar consigo mismo, es la oportunidad para encontrarnos en el mundo de todos los días; es un libro donde uno más uno siempre será igual a uno.
 Raúl siempre nos ha manifestado su gusto por los neologismos. Sus aforismos no son la excepción: los “hipozoles”, los “calendrijos” y las “guaramuchas” andan en este “vagainmundo” lleno de “incertilumbre” y “esperansia”, creando significados que nos ayudan a encontrar la verdad que se viste de metáfora, ficción y símbolo.
      Raúl no se olvida de construir su mundo al revés; ni mucho menos de regalarnos estampas poéticas, buen humor, sorpresas y paradojas.
 Él sabe que “descansar cansa”. Este libro es una muestra más de su inagotable búsqueda de otros mundos a través de la imaginación y la memoria, ese “órgano de la inmortalidad” que nos ayuda a volar en el país de los símbolos. Macedonio Fernández, el “metafísico mayor de Buenos Aires”, nos enseñó que “el ser no tiene ley, que todo es posible”. Raúl, quizá uno de sus mejores alumnos, lo ha confirmado en estas páginas.

 Gracias Raúl por ser el gran “pasajero de la irrealidad”, por ser taoísta, dadaísta, surrealista, futurista, absurdista, alpinista, periquetista, filatelista, y por compartirnos estas expediciones aforísticas.

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