Limerencia
Y de repente, suspiro.
Porque puedo, porque
vivo.
Y respiro los recuerdos,
y te siento, y te sigo.
Permanezco en tu vida,
y me alegro de que vivas.
Tú: sensación agridulce
de silencios prolongados.
Yo: sentimiento iluminado
y letras desveladas.
Y entras sin permiso para irte sin aviso.
Tú dueles, yo te abrazo a mí.
Pero dueles de una forma a la que ya me
acostumbré;
dueles en el pecho y en el pelo,
en las uñas y en los dedos,
en la vida y en el ser.
Porque sentir sin tenerte no es nada,
y seguir sin vivirte no llena.
Ya no cuento los días,
ni las lunas.
Porque así, sin decirlo, siempre vuelves.
Y yo espero.
Tú vienes, yo muero.
Estás donde sea, pero no dondequiera.
Porque de querer, estarías aquí conmigo.
De querer sabemos tú y yo,
y sabe este lío.
De querer saben las flores,
las letras y este vacío que vive en mí.
Y te doy acogida una vez más.
Te espero un poquito más.
Y cada día te pienso.
Y pienso que no vuelves,
sin saber que nunca te vas.
Limerencia sin sentido,
y cada día, despacito,
volvemos a empezar.
Monogamia
Llámame anticuada, cerrada o ilusa.
Mi amor, llámame pendeja si quieres.
Pero estoy educada a la antigua.
Todavía creo en que las relaciones son de dos,
no por celos o egoísmo, sino porque no cabe nadie
más.
Creo en la comunicación entre las dos partes,
no en tener que adivinar tus reproches mudos.
Creo en construir una vida junto a la otra
persona,
si así lo desea, claro está.
Yo no vivo así, a lo pendejo,
me niego a entregarme con la incertidumbre,
con el no saber si mañana estarás, clavado en el
pecho.
Porque, ah, he de aclarar que yo me entrego.
Nunca he aprendido a estar a medias,
no supe involucrar la carne sin el espíritu;
tú debes saber de eso: somos indisolubles.
No puedo seguirme engañando,
seguir permitiendo que vayas por ahí.
Amándome a ratos, y amando a otra, y a otra, y a
otra.
Sintiendo que no sé llenarte,
que no valgo tanto,
que no te entretengo,
que no te cautivo.
Te quiero, y me dueles,
pero me duele más lo que me hago al estar a tu
lado.
Me duele mentirme, apagarme, reducirme.
Requiero exclusividad, ¡maldita sea!
No hay nada más cautivador que saber tuya a la
otra persona.
Me mueve hasta los huesos saber que mi pareja es
leal,
que está conmigo venga lo que venga.
La estabilidad me seduce,
vaya que soy anticuada
pero ansío la cotidianeidad de un día lluvioso,
de un café
de un poema
de una historia relatada en silencio en un par de
ojos marrones.
Muero por tener un par de manos que sean sólo
mías.
Unos labios que me besen sólo a mí.
Una voz que no mienta.
No sé si algún día encuentre lo que busco,
pero me debo la simple oportunidad de seguirlo
buscando.
Me debo la libertad,
la estabilidad.
Te quiero, pero me quiero más a mí.
Quiero más a mis ojos,
quiero más mi sonrisa,
valoro más mis horas de sueño, de impasibilidad.
Mi amor... no lo olvides.
No te echaré de menos.
Siempre
Estás como para quererte a mi lado.
Quererte un minuto, dos horas, tres vidas.
Quererte como nunca,
Como siempre lo hice y no lo sabía.
Quererte porque me nace.
Tenerte a mi lado por siempre,
Aunque ''siempre'' se reduzca a un instante.
Tocarte aunque sólo sea el alma, aunque sea la
sonrisa.
Eres poesía para mi alma,
Eres cielo, eres vida.
Por siempre...
Lo que «siempre» decida durarnos.
La poesía
Apreciar la poesía en la simpleza
y la simpleza en la poesía.
Gente que no sabe hacia dónde va,
pero lucha por llegar más rápido.
El día que rompe con su parsimonia habitual
y su contraste con la prisa cotidiana.
La risa de un niño rompiendo el hechizo,
la mirada de su madre.
La sonrisa fugaz.
Y en medio del ruido está este silencio entre
nosotros.
La poesía.
Parasíntesis
¿Quién dijo que la poesía debe ser bella?
Si alguien lo dijo, es porque nunca ha amado.
Te escribo con rabia,
con temblores entorpeciendo mis dedos,
lágrimas nublando mis ojos.
Pero no, mi amor.
Esta vez no es así.
Esta vez no lloro de tristeza,
no lloro por saberte perdido una vez más.
Lloro por mí,
¿Es que acaso no tengo voluntad?
Te detesto.
Detesto que inspires letras corrientes.
¿Por qué no te comportas?
Deberías ser buena musa, como las demás.
Deberías inspirar belleza,
amor,
vida,
color.
Pero inspiras pura mierda,
como ésta.
Como cada coma que he escrito los últimos meses.
Odio que me pidas discreción,
pero al minuto siguiente reproches vivir en
anonimato.
Odio que me des ese lugar,
uno que nunca te pedí, que nunca quise.
El lugar de la eterna engañada,
de la que no satisface,
de la que no llena.
Odio alimentar tu neurosis
y que ésa sea mi única función en tu vida.
Yo, alimentando el síntoma de un loco.
Mi loco.
Odio que esto termine así.
No era para tanto,
no éramos para tan poco.
Tal vez
A veces te extraño más de la cuenta
si es que «la cuenta» realmente existe.
Como si se realizara un análisis cuantitativo de
lo que es extrañar a alguien.
En ese caso, el análisis del amor debería ser
cualitativo.
No decir «te amo mucho», sino, te amo bien.
Si el extrañar se mide en cantidad y el amor en
calidad,
tal vez lo romántico vuelva a tener sentido.
En este mundo de números, transacciones, negocios
y remuneración.
Tal vez si ponemos el amor por escrito ante un
notario,
tal vez si es avalado por alguna secretaría
y es colgado en una oficina como cualquier otro
diploma...
Tal vez así nos dure.
Tal vez...
Algún día
Algún día llegará el día.
Llegará el momento preciso
de tenerte y no perderte
de quererte eternamente.
Ausencia
Jamás me atrevería a decir que tú me haces feliz.
Nunca delegaría tal responsabilidad a otra
persona.
No quiero decir que eres «mi otra mitad»,
yo siempre he estado entera.
Existe la falta,
lo acepto. La vivo.
Pero no busco otro ser que me complete,
como si fuera un maldito rompecabezas de más de
mil piezas
Con un letrero en la frente:
«apto sólo para mayores de 10 años».
No quiero caer en romanticismos absurdos,
accidentes gramaticales, ambigüedades.
Pero nunca te quitaría el mérito de empujarme a
creer de nuevo.
De romper mis esquemas, reinventar mis paradigmas
y colorearme el alma.
Arte
Arte tatuado en el brazo
e impregnado en cada célula.
Poesía en mis átomos.
Pedazos de mi alma en mi arte.
Ambivalencia
Ahí estamos tú y yo,
entre el odio y el amor.
Ahí, donde no sabes qué más.
Ahí, donde no hay marcha atrás.
Ahí, donde no me quieres tener,
donde no me quieres perder.
Atrapados en momentos efímeros, fugaces.
Y todo nos llega a manera de tormenta,
para dejarnos secos unos días más.
Ahí, donde el cariño es esporádico,
donde los besos no existen
y las miradas se agotan.
Ahí, donde soy yo la que odio,
porque soy yo la que amo.
Moral de lo feo y lo bello
He comenzado a
pensar que quizá sea verdad lo que los junkies, yoggies y de más nos han
querido vender.
Quizá la vida sea
tan bella como la pintan.
Quizá lo horrible
son nuestros anteojos.
¿Por qué ser tan
narcisistas esperando que la vida se ajuste a nuestros caprichos y «necesidades»?
¿Quiénes nos hemos
creído para intentar interrumpir el devenir y querer cambiarlo?
Comencemos por
aceptar que la vida es como es, y no como creemos que debería de ser.
No es como te lo
prometieron tus padres, como Disney lo cuenta desvirtuando los cuentos de los
hermanos Grimm.
Retomando el
Budismo y Las Cuatro Nobles Verdades, la vida es sufrimiento,
pero si abandonamos
nuestro pensamiento polarizado, infantil e irracional,
si miramos en retrospectiva, podremos darnos
cuenta de que muchas veces el sufrimiento marca más que las victorias.
Nos deja más aprendizaje, más crecimiento, más
evolución.
¿Qué pasaría si la vida nunca pusiera a prueba la
capacidad de adaptación de las especies?
Simple. No habría evolución. No caminaríamos,
jamás avanzaríamos ni conoceríamos más allá.
¿Por qué le tememos tanto al sufrimiento, al
crecimiento, al cambio?
Tal vez la belleza de la vida reside en que hemos
experimentado el sufrimiento, las desventuras y el horror.
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Más Heráclito, menos Disney por favor.