20110131

Pausa Poética- Catálogo- Julio Aguilar

Barcelona y otros lamentos
Julio Aguilar

Julio César Aguilar (Ciudad Guzmán, Jalisco, México). Poeta, editor, ensayista y traductor. Candidato al doctorado en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Texas A&M en College Station, Estados Unidos. Es médico cirujano por la Universidad de Guadalajara y maestro en Artes en español por la Universidad de Texas en San Antonio. Su obra se encuentra parcialmente traducida al inglés, francés, italiano, polaco y persa. Autor de Rescoldos (1995), Brevesencias (1996),Nostalgia de no ser mar (1997), Mano abierta (1998), El desierto del mundo (1998), El patio de la bugambilia(1998),Orilla de la madrugada (1999), Illuminated Mysteries/Misterios iluminados (2001), La consigna y el milagro (2003), Una vez un hombre (2004), La consigna y el milagro/The Summons and the Miracle(2005), Transparencia de lo invisible/Transparency of the Invisible (2006), El yo inmerso (2007). César Aguilar





Adiós, por Eunice García

Adiós 


por Eunice García



Voy a quedarme callada mientras te marchas, guardaré tu recuerdo muy lejos, lejos, donde no pueda encontrarme. Voy a dejar que te vayas, con pausas y a paso lento para ver cómo te me olvidas despacio, ajeno. Voy a dejarme tu nombre en la repisa, debajo de los libros que nunca leo; ahí, donde no pueda mirarlo y se llene de polvo grisáceo Voy a quedarme en silencio mientras te alejas, bebiendo a sorbitos un último beso

Zonambulantes- Daniel Arce

Muerde las Paredes
Por Daniel Arce

Hoy decidí despeinar
al desarrapado jinete
que carga bajo su vientre
el sucio cuchillo suicida
que entra directo en tu nuca gris
llenando de furia visca
a la fuente rojiza del atardecer

Cabalga dentro del abismo
que con sus manos construyó en tu cuerpo
con cara pálida y sonrisa aguda
mostrando sus amarillentos dientes
al compás de las notas de sangre
que vagan solas por mi cobija

Muerde reciamente las paredes
de la negra desgracia
que te coje por las nalgas,
recias y redondas gotas de lujuria
que impregnan las madrugadas con su huella
en las diez uñas de un jinete
que decidí sacar a pasear

Sucio poema

Te puedes pasar
por las rodillas del desierto,
escuchar a las hienas celosas reirse de mi,
ocultar los poemas viejos
en un vaso de licor,
llevar estacas clavadas
a los pasadisos ocultos

Pedir gotas enfermas de sarampión,
mientras las cicatrices
se siguen abriendo,
se ven salir las larvas
con su rostro risueño y burlón
machacando la carne muerta y susurrando maldiciones

Y quedar ciego de ganas
de no querer respirar,
rezandole a los bosques recien lubricados
donde las aguas infames
pasaron por mi garganta
y vieron mi carne muerta
en un sucio poema


20110130

Despúes de Babel






















Después de Babel

Paula Zulaica





Ya no se lee nada en este cuerpo,
No dice nada,
Mis dedos han olvidado la danza de la lluvia.

Mi boca ya no sabe a tinta,
Sino a sal.

Y no son palabras lo que mis dedos dibujan en tu espalda.

Este cuerpo ya no dice nada.

No soy símbolo,
No soy signo.

Mis sonidos no son más lengua articulada.

No busques más arcanos en mi pecho,
No pongas tu oído en la tierra
Para adivinar estampidas.



Mi piel ha hecho su voto de silencio.

Déjate llevar por la poesía de Paula Zulaica a través de Después de Babel.

Búscalo en librerías Gonvill con un precio de $50.00 pesos.





Aquí les compartimos un texto de Víctor Ortiz Partida acerca del libro Después de Babel

“Es una afección de la edad”, “comerse al padre entero”, “padre nuevo”, “la torre de silencio”, “una boca”, “vomita camaleones”, “la mañana de las revelaciones”, “exhalé / orquídeas ponzoñosas”, “la virgen violenta”, “cazadora de las palabras”, “buscar la poesía en su cuerpo”…¿De qué se habla cuando se habla de poesía? ¿Qué hay detrás de los poemas que no esté ya al frente de los poemas?

Pausa Poética- Catálogo-Javier Vera

Unir la nada
Javier Vera

Javier vera nació en Guadalajara, Jalisco, el 1 de noviembre de 1963. Cursó la licenciatura de mercadotecnia en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Estudio varios años con el maestro Raúl Bañuelos. Ha publicado los poemarios El libro de los tiempos (2000) y Reconciliar la sombra (2002).











No te incineres

Dragones que tropiezan

En la agenda de tus días

Caen al abismo

Del destierro

Para hacerse sombra y transparencia,

Para fundir sus cuernos y fuegos

En el trágico vaivén

De tus estampas.



Has ganado pátina de tiempo y sopresa.

La cálida añoranza del coraje

Te contorna y balancea sin pautas predecibles.



Olvidaste tu nombre

Al nombrarte distraída.







Pausa Poética-Reseña-Viento Versal







Viento Versal
Angélica Maciel
Pausa poética


Noreste 45°
Eterna el arca de la divinidad


Destroza las agallas de los peces con su llanto,
gime por sus curvos grados para resarcir el placer
y torturar al Odiseo de nuestras entrañas.
Sus brazos se entrelazan haciendo brillar su manto blanco
al ofrecérselo al cielo que la humedece con miles de mañanas.
Posee la rara virtud de convertirse en un grito unísono
al destorcerse el timón que guarda bajo su vientre.
Sus ojos lloran al recibir a la luna,
crece con el alimento de las olas,
navega sobre su espalda carcomida de ostras negras.
Su pecho reza hacia la penumbra,
y muy arriba emerge para conmemorar al demiurgo
                                                                                     su existencia.
Es una dama completa, eterna, volátil, sueño.
Mujer de rodillas quebradas, de enfermedad en la sangre,
de dolorosas arenas cargadas en el alma que cruza el mar.

(Hay que dejarla intacta y perfecta

en lo más hondo profundo y solo del mar.)

¿Quién es la autora?


Angélica Maciel (Guadalajara, Jal, 1979) es licenciada en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara y estudiante de la maestría en literatura mexicana en la misma casa de estudios. En la actualidad trabaja como correctora y editora independiente, además de laborar en el área de publicaciones de El Colegio de Jalisco. Sus textos han aparecido en diversas revistas literarias tanto locales como nacionales y ha colaborado con ensayos y críticas para periódicos de Jalisco y Michoacán. Es autora de En las alas feas de las mariposas (2005) y Poemas desde los dos polos (2005), así como coautora de Panteón de cadáveres exquisitos (2004). En octubre de 2005 recibió una mención honorífica por parte de la Asociación Internacional  La Porte Poétes, de París.

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Les compartimos este texto de Paula Zulaica acerca del libro VIENTO VERSAL

Los vientos creadores se disparan desde un mismo punto hacia cada una de las direcciones posibles, a su paso violento simultáneamente se crea el todo de la nada.
Conozco Viento versal desde el inicio de los tiempos, conozco la tarea titánica que Angélica se propuso un día completar. Este poemario es fruto de los años y del trabajo arduo de su autora, que como los dioses falibles de antaño no contenta con lo que había creado lo devolvió de nuevo al barro para intentarlo de nuevo. No s fácil destruir lo creado por nuestras manos.
La versión final es exactamente lo que su autora había pretendido, extirpó dolorosamente cada indicio del yo, para que la voz lograra ese colectivismo, esa simultaneidad. La voz poética en Viento versal es una voz desde antes de los tiempos, desde antes de la palabra, del principio y del fin.
Esa voz inmemorial es la voz que brota de nuestras gargantas sin nuestra ingerencia. Es la voz desconocida, aprendida quizás en una ignorada prehistoria. Es la maldición de la boca-portal del profeta.
Leer Viento versal es descubrir la cruel y patética broma, de sabernos no parte del orden sino del caos, no parte de que está a punto de ser creado, sino de la oscuridad y el desorden a punto de desgarrarse.
Me declaro a la vez admiradora y estudiosa de la estilística poética de Angélica Maciel. Me maravillo de la pluma que escribe de secreciones corporales, de la mundanidad, de los olores y del caos en la manera más sublime. Una estilística en que orina y semen ostentan la sacralidad del agua bendita. La palabra nace de sus manos como dictada, como perfecta. En el producto final no encuentro nunca las costuras, la huella de la tijera, que yo sé por experiencia propia invertidos en esta obra, el trabajo infinito puesto en pulir cada una de las palabras, en tratar de atrapar los huidizos vientos con la boca.
Al leer saboreo los sustantivos, la letanía de las imágenes, su secuencia plural. Angélica crea mediante la secuencia de las imágenes y las metáforas presentadas una a otra como fotogramas montados con rapidez, creando movimiento sin derroche de verbos.
Es preciso iniciarse en este culto angelical de los sustantivos, sus bienamados objetos, leerla es verlos
como por vez primera, encontrar el asombro de la caracola, el narval, el pelícano, la rosa de los vientos, el astrolabio.
Angélica no se nutre de mitos, los crea.

Azares y AzaharesTae Ming



Pausa Poética

Azares y Azahares
Yong Tae Ming

Yong-Tae Min nació en 1943 en Corea del Sur. Es doctor en Literatura Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de literaturas españolas e iberoamericanas en el Departamento de Filología Hispánica de la Universidad Corea, en Seúl. Ha sido presidente de la Asociación Coreana de Hispanistas, vicepresidente del PEN Club coreano y tesorero de la Asociación de Hispanistas Asiáticos. Actualmente es presidente del Club de Amantes del Español, director del Instituto de Investigación de España y América Latina en la Universidad Corea y vicepresidente general de la Asociación Asiática de Hispanistas.

En español ha publicado los siguientes libros de poemas: A cuerpo limpio (Madrid, 1971), Tierra azul (Madrid, 1974), Isla (Barcelona, 1977), Obra poética de Yong-Tae Min (Burgos, España, 1985) y Río de Viento (Guadalajara, México, 1995). Yong-Tae Min ha publicado, además, ensayos sobre Cervantes, Federico García Lorca y la tradición del haikú en la poesía hispanoamericana, y ha traducido al coreano a César Vallejo, Vicente Aleixandre, Pablo Neruda y Octavio Paz.

La flor y la nieve

Se va la luz
llega la noche
en esa noche de cuyo zumo nutrida
nace una flor.

La flor aprendió 
su lenguaje
en un espacio donde
donde es más sonoro el silencio que la palabra;
aprendió su hermosura 
en una dimensión donde 
es habitable sólo la bajamar.

Pero cuando miraba al cielo
la flor era la fuente
o sus pétalos, gotas de estrellas
que desmayan esparcidas en el azul inmenso.

Todo se olvida
hasta que en una noche como ésta
cae ahí, en lo hondo de tu mirada
la nieve. Tanta nieve color de insomnio.

Sur de la noche








SUR DE LA NOCHE

Fabián Muñoz
22:56

La noche es la piel
de la mujeres
que se anhelan libres,
voraz
las engulle
en cada tramo
de inocencia,

las come húmedas
mientras sus padres
duermen
en la habitación
de junto.

lentamente la noche es ya un despojo
de carne
y de murmullos

al volver el día.




Fabián Muñoz nace en Guanajuato el 2 de octubre de 1968. Han publicado sus poemarios Esperando abril, En la niebla de los parques, Nimbus, Navegación de Medusa, Segundo laberinto y Dogal de Sombras e incluido en diversas antologías en México. También ha publicado ensayo, narrativa e investigación histórica en varios libros individuales y colectivos.
Ha colaborado en periódicos, revistas y suplementos culturales de México, España y Chile, y traducido al portugués en una Página de Internet de Brasil. En 1995 obtuvo el Premio Estatal de Poesía del Consejo para la Cultura de León y una mención honorífica en el Premio Nacional de Poesía Salvador Gallardo Dávalos. Fue becario por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) con una Residencia Artística en Chile en el 2006.

Sur de la noche es el resultado de una intensa investigación de campo sobre la vida nocturna en Aguascalientes y varias ciudades del país, apoyada en buena medida por la Beca del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Aguascalientes (FECA) en el año 2001 en la categoría de Creador con Trayectoria. En ella, los lugares, personajes y situaciones son descritos con un lenguaje poético y directo en una historia que transcurre en una noche mostrando la inocultable realidad urbana.







Por Jorge Orendáin


Sur de la noche de Fabián Muñoz se une a nuestro catálogo porque consideramos que su propuesta compagina con nuestra visión.Algunos de los poemas de Sur de la noche los escuché por vez primera hace aproximadamente tres años en Orizaba, Veracruz. Esa vez Fabián comentó que los poemas de Sur de la noche habían surgido de una investigación de campo sobre la vida nocturna en diversas ciudades del país, quizá Aguascalientes como la más importante, sin olvidar Guanajuato, DF y Tijuana. Eso de llamar “investigación de campo” a un trabajo que implica estar con prostitutas, borrachos y demás, me pareció en ese tiempo un tanto académico. Ahora, en vez de llamarle “investigación de campo”, quizá podemos decir “investigación de ciertas esencias o antiescencias nocturnas”, o tal vez “investigación de paraísos nocturnos”, o investigación de “la antivida”, por decirlo de una manera. A este libro podríamos catalogarlo como una crónica poética-narrativa donde los personajes y espacios que aparecen van entretejiendo historias etílicas y eróticas donde los protagonistas centrales van dictando sus soledades en compañía. En esta crónica la vida “dura un sorbo de tequila”, el cual se va saboreando lentamente en complicidad de las manecillas del reloj. Esta crónica poética-narrativa, bien sabemos que sucede a diario en una gran cantidad de cantinas o bares de cualquier ciudad de México. Si bien la voz poética es en primera persona –no confundir con la voz de Fabián–, prácticamente representa todas las voces de quienes habitan esos lugares, y de todos aquellos que por ciertos azares de la vida no han conocido.
Esos espacios nocturnos que aparecen en Sur de la noche, me parece que son una buena manera de sentir el pulso de la ciudad y el barrio que habitamos; son un buen pretexto para desentrañar esos tantos fragmentos de historia que muchas veces nos negamos a mirar, sin saber que con frecuencia somos sus protagonistas esenciales. Mirar la ciudad desde la noche nos ayuda a entenderla y saber que sus habitantes, eternos infelices, se enfrascan a diario entre ilusiones, mujeres, drogas, hombres y alcohol, y que pocas veces, casi nunca, saldrán de ese firmamento que la vida misma les ha diseñado. Mirar la noche desde la perspectiva de este libro, nos debe decir tantas cosas que la vida de luz urbana esconde, quizá, placenteramente.
Como dice Fabián en uno de sus versos, la noche en estos lugares “es un plato que se come frío”, pero de donde todos comemos con la esperanza de que el amanecer venga lentamente desde el sur, que también existe y se vive mejor desde la palabra.

PLEXILIO

 


PLEXILIO
Ángel Rafael Nungaray




17

La escritura es el retorno.
Retornar,
pero no al punto de partida.


Reconocer el olvido
como la ruta más propicia.


(El viaje comienza
en la primer palabra
escrita.
Ya estamos volviendo
al final del primer verso.)


Escribir es olvidar.


La escritura se cierra como un ojo.





Ángel Rafael Nungaray (Yahualica, Jalisco, 1968) es autor de los poemarios Estaciones de la noche (Secretaría de Cultura de Jalisco, 2002), En el vacío de la luz (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2002) y Morada ulterior(Secretaría de Cultura de Jalisco / Literalia, 2004). Está incluido en Poesía viva de Jalisco (Secretaría de Cultura de Jalisco / UdeG, 2004), Muestrario de letras en Jalisco (Impre-Jal., 2005), Los mejores poemas mexicanos(Joaquín Mortiz, 2006) y Animales distintos, antología de poetas mexicanos, españoles y argentinos nacidos en los sesenta (México, D.F, Arlequín / Fonca / Conaculta, 2008). Actualmente es becario del Programa para la Creación y el Desarrollo Artístico Jalisco 2008-2009. Además, ha colaborado en publicaciones como Periódico de Poesía, Ciclo Literario, Letras en Rebeldía, Mala Vida, Reverso, La Cabeza del Moro, Ventana Interior, Alforja, La Casa del Tiempo, Verso Destierro, Tierra Adentro, Literal y en el suplemento cultural del Occidental.
POESÍA DE ESLOVAQUIA. BREVE MUESTRA
Varios

En esta muestra aparecen poetas que hicieron su aparición en el panorama literario eslovaco en los años ochenta, por lo general de forma individual. En Eslovaquia, ser un escritor joven era, en la primera mitad de los ochenta, una profesión de riesgo; entraban en conflicto las expectativas oficiales, el intento de controlar el flujo de sangre joven y la necesidad natural de los jóvenes escritores de liberarse de ese yugo. La capacidad de adaptación del régimen comunista provocó en los nuevos poetas una necesidad natural de diferenciarse de sus predecesores, especialmente de los más “resignados”, y encontrar su auténtico lugar, literariamente hablando. La legitimidad de adentrarse en la literatura eslovaca, que no pretende ser en forma alguna un manifiesto, la confirmaron después los propios autores que aquí presentamos.






TRANSMUTACIÓN INCORPÓREA
Arnulfo Sepúlveda Gutierrez

Pausa poética



En la (cuadrú) peda nave de los (Des) ayunos


Y…
Solo cuando el bolsillo comienza a flotar
como plaabra que sale a destiempo
cuando en la mañana hay que embarcarse
en la cuadrúpeda nave de los desayunos
para así de frente encontrar
un muelle al tope de anclados recibos
que navegan en la fría puerta de la nevera
todos a punto de encallar en la fecha
es como para que del tenedor la risa se caiga
antes de hacer la cotidiana aparición
en harapiento circo de calles
y ya en la pista recuerdas
(te acuerdas) de correr al camión
con un redoble de claxon
al tiempo que la tenue sonrisa resbala
en el mojado estribo del labio
a (para) ponerle otra cruz a los números
de la encuerada muchacha que descansa
así como si nada en el calendario.

¿Quién es el autor?

Arnulfo Sepúlveda Gutierrez (Guadalajara, Jal., 1963) asistió al taller literario “César Vallejo” que coordinó Raúl Bañuelos en el Departamento de Estudios Literarios de la UdeG. De junio de 1996 a mayo de 1997 editó la revista mensual de poesía Presencias. Ha publicado en muy diversos suplementos y revistas locales y nacionales. Recibió mención honorífica en el premio de poesía de la Fundación Álica de Nayarit. Aparece en las antologías Tiro al blanco. Poesía última de Guadalajara (1998), Poesía de Jalisco del siglo XX (2001) y Poesía viva de Jalisco (2004). En 1995 apareció Variaciones, su primer libro de poemas.


CABRONCITO STANDARD Carlos Alberto Cortés
Carlos Alberto Cortés nació en Hostotipaquillo, Jalisco en 1976. Desde 1984 reside en Guadalajara. Integrante por varios años del antitaller de poesía "César Vallejo" coordinado por Raúl Bañuelos. También cursó dos años la carrera de canto en el Departamento de Música de la Universidad de Guadalajara. Ha publicado poemas en las revistas Espejo humeante, Prisma volante, Tierra baldía, Memoria de la voz, y en el suplemento literario "La furia del pez" del periódico El Financiero. También aparece en las antologías Son de marzo y Figuración de instantes, de la Universidad de Guanajuato, y en Poesía viva de Jalisco, de la Universidad de Guadalajara.




Polvo lugar

Xitlálitl Rodríguez Mendoza
Pausa poética


ADVENTICIO

A veces hay luz.
Desciende limpia como aire hasta tocarnos el miedo
nos muestra al mundo como un panal
de hojas hechas al viento.
        Es la histeria de los sauces en otoño. 
Y no se sabe más 
no se es lo bastante libre para orillarse
ni alojar la ponzoña en calidez ajena
sólo la muerte nos germina.
A veces hay el sol
      vertido en aves múltiples y trinos
y no se escucha más
A veces hay la luz
          cegadora
Nosotros, hermanos,
esperemos.

¿Quién es la autora?


Xitlálitl Rodríguez Mendoza(Guadalajara, Jal. 1982). Estudió la licenciatura en Letras Hispánicas de la Universidad de Guadalajara, y fue estudiante de intercambio en la Universidad Rennes II-Haute Bretagne, en Francia. Ha colaborado en revistas de circulación local y nacional. En 2001 ganó el premio de Poesía y Cuento del ITESO en la categoría de poesía. Aparece en la antología Poesía viva de Jalisco(Secretaría de Cultura de Jalisco, 2002). Actualmente es miembro del consejo editorial de la revistaReverso y trabaja en el Conaculta y en Grupo Milenio.








POR SI LA RECUA
Dora Moro


Dora Moro nació en Guadalajara en 1969. Sus artículos y poemas han aparecido en las revistas Tierra Adentro, El Subterráneo, La voz de la Esfinge, Letras de Michoacán, Foro Multidisciplinario de la Universidad Intercontinental, Alforja virtual, entre otras. Ha impartido cursos y talleres desde 1993 en distintas universidades, en la SOGEM y en foros independientes. Pertenece a la Red Autónoma de Talleres Literarios, A. C. Viajera obstinada a festivales dentro del país y en el extranjero, perpetrando lecturas y performances para hacer circular la poesía. Actualmente trabaja en un proyecto llamado Teoría de la Poesía Fractal. Su hipótesis del suicidio como método seguro de publicación sigue en veremos.




El Más acá del más allá de Raúl Aceves
Por Gabriel Gómez López

Mi amigo Raúl Aceves me ha encomendado una tarea que me enaltece: la presentación de su primer libro de narrativa. Inquieto, multifacético, en constante ascenso Raúl es, entre otras cosas: antropólogo, indigenista, ecologista, investigador literario, ensayista, antólogo, creador de diccionarios, gran poeta y aforista, aventurero del mundo de las letras, pero sobre todo un ser profundamente humano, singular personaje de nuestra mitología local.
Ahora bien, antes de leer el libro me enfrenté al desconcertante título “El más acá del más allá”, preguntándome si era una más de sus genialidades lúdicas o que, tras del título, ocultaba algo, considero que una de las condiciones elementales del poeta es su capacidad de ocultarse bajo el manto de las palabras, entonces tal vez podría comenzar desde el más allá hasta el más acá.
En fin, apenas abro el libro me topo de bruces con el prólogo, ¡escrito por el mismo!, lo cual lo hace más sospechoso del delito de ocultamiento ya que Raúl Aceves explica al lector los textos de Raúl Aceves, cierro el libro y me pregunto: ¿entonces qué voy a decir yo si él ya lo ha dicho todo? Siguiendo el hilo de la sospecha me brinco el prólogo y voy al primer texto, precisamente el que da origen al título y me encuentro que el narrador es un cadáver y esto alimenta mi inquietud dada mi tesis de que el poeta es un muerto-vivo, leo con atención algo que semeja una poética: “hacía rato desde que el muerto y yo no éramos la misma persona. Recuperar la conciencia de mí mismo después de aquel abismal oscurecimiento de mi mente como haber despertado de un mal sueño. Eso había sido mi muerte: un mal sueño”. Refiriendo además que, en ese sueño el narrador recordó toda su vida como proyectada en una pantalla de cine…, entonces la voz de la intuición me ordenó: si vas a leer su vida empieza por el final, o como dijo, genialmente, un político en la reciente campaña que nos torturó, “hazlo al revés”. Y así lo hice, de acuerdo con mi inveterada costumbre de ir contra la corriente comencé por leer el último de los textos, así a lo que Raúl llama “el postre” yo lo tomé como “botana.”
En este “Diccionario Personal” Raúl se encuentra como pez en el agua en el territorio de las definiciones: humorísticas, profundas, poéticas, sintéticos, sorprendentes por su frescura y brevedad, por el sutil erotismo, microhaikús, skandas germánicos, Raúl se regodea con los juegos de lenguaje.
AUTISTA, AVIÓN, ANÓNIMO, ANTIPSIQUIÁTRAS, AUTOINMÓVIL, ÁRBOLES, BICICLETA, BONSAI, CARACOL (MANDELSHTAM), CARICIA, CEREBRO, CERRO, CREPÚSCULO, DECADENCIA, DEMOCRACIA, DESOLADO DISCURSO, DROGADICTO, ERRATA, ESCRIBIR, FLOR, LENGUA, EXTRAÑAMIENTO, LOCO, LUZBEL, MATRIA (FOX), OSCURIDAD, PAPEL PASANTE, SIRENAS.
Tras la botana seguimos con los platillos del primer tiempo.
“Un cuento latinoamericano” es un texto diseñado como un reto a los eruditos, conocedores y, en especial, a los literodantes (literatos pedantes) se trata de reconocer a los autores a través de los títulos de sus libros, creo que la editorial ofrece una buena recompensa al primero que lo logre. En el desfilan en agradable compañía escritores célebres como Borges, Cortázar, García Márquez, Fuentes, Rulfo; junto con los de culto Lezama Lima, Guimaraes Rosa, Macedonio Fernández, José Revueltas; los menos conocidos como Rafael Muñoz, Graciliano Ramos, Otero Silva y otros menos menos conocidos que no voy a mencionar porque no los conozco.
A continuación una breve incursión en un microbestiario, donde encontramos dos espléndidas especies, los palabrones (de boca monstruosamente grande y oídos minúsculos) y los escuchones (de inmensos oídos y bocas chiquitas) que nos remiten a los cronopios y famas de Cortázar; unos tienen la lengua desatada y su arma es el sonido, las palabras furiosas, y requieren de un auditorio aunque sea para escuchar su propia voz, aunque no sepan exactamente lo que dicen, los más peligrosos son los del sexo femenino y aman las reuniones sociales, los mítines, las grandes concentraciones; los otros sobreviven gracias a su habilidad para evadir a los anteriores, aman la soledad pero tienen una enorme debilidad: les gusta el chisme.
“La grieta” es un cuento de horror que se refiere a una falla más enorme que la de San Andrés, una amenaza latente e interior que nos persigue de manera implacable y acabará con el tiempo, el espacio, y la misma Nada, un homenaje a Macedonio Fernández.
En un segundo tiempo nos encontramos con tres relatos en los que se recrea ésta ciudad que algún día fue bella.
“La luz que dejaron prendida” me recuerda a un poema que alguna vez leí entre los legajos de un concurs o de poesía en Aguascalientes y que terminaba con una frase lapidaria. “Y cuando el último de nosotros se haya ido, ¿quién apagará la luz? Aquí la luz recorre la ciudad, a través del rayito de luz nos vamos adentrando hasta San Juan de Dios y los pasajes subterráneos hasta desembocar en la plaza de las sombrillas (que por cierto no sé si aún existe)
El segundo relato relacionado con la ciudad es una carta al tío Augusto, en él el narrador hace un recuento de su infancia y allí encuentra viejas máquinas de escribir, gigantescas bolas hechas con envolturas de papel aluminio, fierros de todas las especies, papeles llenos de polvo y teñidos de nostalgia…, nos presenta a la naciente colonia Chapalita, y se introduce en el mágico castillo que su tío construyó en la esquina de Tepeyac y las Rosas, un laberinto onírico con una cocina tan chica que casi no cabía en sí misma, un elevador que nadie usaba, un piano que nadie sabía tocar, un perico que decía leperadas, una alfombra de piel de venado perseguida por otra de piel de tigre, el tío tocando el violín a la manera del Tobi de la pequeña Lulú. El sitio donde el narrador hizo sus prácticas de alpinismo doméstico que le condujeron al alpinista domesticado de la edad adulta; y luego la decadencia de la colonia, la metamorfosis que transformó el castillo de sus sueños en: peluquería, lavandería, librería, nevería, copias al instante, etc., “Fuiste como un barco que navegó sobre la tierra más reseca, un barco que naufragó en el fondo de los sueños”, y nos remite al primer cuento del libro al decirnos “Quizá lo inútil en este mundo, sea lo útil en el otro, Quizá hacía más falta que alguien pusiera un poco de extravagancia en el más allá, quizá.”
Sigue el documento titulado Expedición arqueológica al Valle de Atemajac. Memorias del LI Congreso de Americanistas. Que, a pesar del engañoso título, está dedicada al tal rebaño autollamado sagrado por la plebe. En este manuscrito Raúl se recrea literalmente con la extraña tribu de los tapatíos, que se nombran como tales ante la dificultad de pronunciar el gentilicio de Guadalajara. Se analizan en el documento los pocos restos de la ciudad que han sobrevivido, tratando de encontrar la razón de la cultura kitsch que floreció en el fin del segundo milenio y dio origen a monumentos tan lamentables como los Arcos del Milenio, una de las maravillas del mundo antiguo. Aquí está el recuento de una insólita civilización que dio origen, entre otras cosas, a las tortas ahogadas, el pollo a la Valentina, a los alcatraces invertidos, mediante las pocas huellas que han quedado los arqueólogos del espíritu intentan reconstruirla, utilizando viejos códices del fondo de cultura, elementos esotéricos e imaginación en dosis homeopáticas, tratando de inventar la razón de ser de algunos sitios indudablemente sagrados, como la Plaza del Sol donde debieron realizarse rituales solsticiales, o la pirámide de concreto y cristal conocida como Jayat donde se hacía evidente la influencia de las tribus yankis. Se habla de una gran feria anual que congregaba a los principales tlacuilos del mundo literario y del malvado dios Pemextli causante de una catástrofe que dejó una gran cicatriz en la memoria.
Como entretiempo se nos ofrece un relato machista, jose alfredojimenista en el que encuentro la reminiscencia de un goberignorante que, durante la ceremonia del grito de Independencia, imploraba, ¿ontá la campana, ontá la campana? El texto termina con una alentadora frase (recuerden que estoy haciendo una lectura inversa) y nos dice: La fiesta apenas comienza.
En efecto continuamos con los platillos fuertes del menú: los tres últimos cuentos.
“Mi historia con Euterpe”, una extraña historia de amor entre Nicodemus, un merolico y una masa amorfa que pudiera ser Euterpe y que, víctima de una depresión rabelesiana, procedió a capitalizar los abundantes recursos mamíferos, siempre renovables, de sus enormes pechos. Narra la historia de los hijos de la extraña pareja, y el desdichado final de Nicodemus al comprobar que el hombre es muy parecido a los huevos estrellados y que una calle calcinante puede ser utilizada como sartén.
“El gran silencio” es una bella metáfora que juega con la Voz y el Gran Silencio; una búsqueda interior para encontrar la palabra como un árbol frondoso lleno de frutos, pájaros y sirenas irresistibles. Una voz que habrá que cultivar a la manera de Voltaire que recomendaba cultivar nuestro huerto. Calificaría a Raúl como un místilúdico que incluso en los momentos de mayor seriedad no puede evitar el burlarse un poco de sí mismo, pero que si leemos atentos sabemos se dirige a la palabra que no hablamos, la que habla en nosotros y que, a veces, trasladamos al decir.
Y arribamos al espléndido final que es el principio, “El Más acá del más allá”. Narrado por un cadáver que escucha los sonidos de los vivos, los rezos y plegarias, chistes y sorbitos de café con los que se despiden de él, luego ingresa en el sueño, en ese territorio intermedio entre el hombre y lo divino hasta que alguien toca su hombro y despierta, ¿lo hace?, nos preguntamos los lectores, ¿o vive en ese estado de suspensión temporal de la vida donde se engendra la poesía?, en fin, quien lo llama es Bartolomé, que a la manera de Hermes, el conductor de las almas al matadero, lo conduce por un camino que es un resumen de todos los caminos que ha caminado, las imágenes van brotando de su interior. Raúl se recrea con las enumeraciones del paraíso al que ha arribado: un lugar parecido a todos los lugares, con una playa tropical llena de bailarinas hawianas donde reparten cocos con ginebra y hay casas sin ventanas y ventanas sin casas, puertas que se abrían y puertas que se cerraban, torres como telescopios asomados a la distancia, escaleras eléctricas perdidas en las nubes, inmensos campos de trigo que ondeaba al viento, aludes de nieve sobre dunas desérticas, una mesa donde no se comía pero se apilaban libros escritos para poder entender otros libros. Escuelas para ser maestro y escuelas para ser alumno, escuelas para ser… “Todo estaba adentro, todo brotando de mi interior, Eso era lo que me maravillaba”. Nadie sufría, pero todos lloraban de gozo, todos estábamos enfermos de amor a la intemperie, por eso es inevitable que encontrara a la Dama sin gracias, la Mujer eterna, niña, anciana, novia, amiga, recién casada, la Dama de la muerte con quien hace el amor cien veces en cien diferentes cuerpos, el gozo llevado a la perfección. A su alrededor se esparcía toda una comunidad multicolor: negros con blanco, amarillos con rojo, verdes con morado.
Pero el hombre se cansa, cuanto más un cadáver, resultó que el paraíso era aburrido, todos los libros estaban escritos y leídos, ya nadie deseaba escribir nada más… Y, en ese momento de mi lectura encuentro el guiño de Raúl, que parece dirigido a este hipotético lector que soy yo y me dice: RESULTABA MÁS DIVERTIDO COMENZAR POR EL FINAL, PARA ASÍ ADIVINAR EL PRINCIPIO. ... EN EFECTO, LOS HOMBRES SOSPECHABAN QUE HABÍA UN DETRÁS, PERO VIVÍAN EN EL MÁS ACÁ DEL MÁS ALLÁ, EN EL ETERNO PRESENTE DEL AHORA, justamente donde nos encontramos, desde la perspectiva del poeta que tras ascender a las raíces del gran sauce sube hasta el séptimo piso, llega a la ventana y es testigo del milagro del mundo de todos los días: la calle gris, las banquetas llenas de hojarasca, los autos estacionados en segunda fila, y… nosotros, sus lectores.
Y ahora me doy cuenta de que toda la bonhomía de Raúl, su calidez y humanidad se deben a un accidente fortuito y terrible: es un poeta, un hombre que ha regresado del más allá y que, aquí, en el más acá, lleva en su frente el sello de quienes han sido tocados por la muerte y nos dice, con toda la sabiduría de su experiencia, que no tengamos miedo porque todo no es sino un juego, una ilusión… enhorabuena Raúl por este recién nacido hijo tuyo, ahora sé por qué escogiste un pediatra para recibirlo. Muchas gracias.

El Más acá del más allá de Raúl Aceves
Por Gabriel Gómez López

Mi amigo Raúl Aceves me ha encomendado una tarea que me enaltece: la presentación de su primer libro de narrativa. Inquieto, multifacético, en constante ascenso Raúl es, entre otras cosas: antropólogo, indigenista, ecologista, investigador literario, ensayista, antólogo, creador de diccionarios, gran poeta y aforista, aventurero del mundo de las letras, pero sobre todo un ser profundamente humano, singular personaje de nuestra mitología local.
Ahora bien, antes de leer el libro me enfrenté al desconcertante título “El más acá del más allá”, preguntándome si era una más de sus genialidades lúdicas o que, tras del título, ocultaba algo, considero que una de las condiciones elementales del poeta es su capacidad de ocultarse bajo el manto de las palabras, entonces tal vez podría comenzar desde el más allá hasta el más acá.
En fin, apenas abro el libro me topo de bruces con el prólogo, ¡escrito por el mismo!, lo cual lo hace más sospechoso del delito de ocultamiento ya que Raúl Aceves explica al lector los textos de Raúl Aceves, cierro el libro y me pregunto: ¿entonces qué voy a decir yo si él ya lo ha dicho todo? Siguiendo el hilo de la sospecha me brinco el prólogo y voy al primer texto, precisamente el que da origen al título y me encuentro que el narrador es un cadáver y esto alimenta mi inquietud dada mi tesis de que el poeta es un muerto-vivo, leo con atención algo que semeja una poética: “hacía rato desde que el muerto y yo no éramos la misma persona. Recuperar la conciencia de mí mismo después de aquel abismal oscurecimiento de mi mente como haber despertado de un mal sueño. Eso había sido mi muerte: un mal sueño”. Refiriendo además que, en ese sueño el narrador recordó toda su vida como proyectada en una pantalla de cine…, entonces la voz de la intuición me ordenó: si vas a leer su vida empieza por el final, o como dijo, genialmente, un político en la reciente campaña que nos torturó, “hazlo al revés”. Y así lo hice, de acuerdo con mi inveterada costumbre de ir contra la corriente comencé por leer el último de los textos, así a lo que Raúl llama “el postre” yo lo tomé como “botana.”
En este “Diccionario Personal” Raúl se encuentra como pez en el agua en el territorio de las definiciones: humorísticas, profundas, poéticas, sintéticos, sorprendentes por su frescura y brevedad, por el sutil erotismo, microhaikús, skandas germánicos, Raúl se regodea con los juegos de lenguaje.
AUTISTA, AVIÓN, ANÓNIMO, ANTIPSIQUIÁTRAS, AUTOINMÓVIL, ÁRBOLES, BICICLETA, BONSAI, CARACOL (MANDELSHTAM), CARICIA, CEREBRO, CERRO, CREPÚSCULO, DECADENCIA, DEMOCRACIA, DESOLADO DISCURSO, DROGADICTO, ERRATA, ESCRIBIR, FLOR, LENGUA, EXTRAÑAMIENTO, LOCO, LUZBEL, MATRIA (FOX), OSCURIDAD, PAPEL PASANTE, SIRENAS.
Tras la botana seguimos con los platillos del primer tiempo.
“Un cuento latinoamericano” es un texto diseñado como un reto a los eruditos, conocedores y, en especial, a los literodantes (literatos pedantes) se trata de reconocer a los autores a través de los títulos de sus libros, creo que la editorial ofrece una buena recompensa al primero que lo logre. En el desfilan en agradable compañía escritores célebres como Borges, Cortázar, García Márquez, Fuentes, Rulfo; junto con los de culto Lezama Lima, Guimaraes Rosa, Macedonio Fernández, José Revueltas; los menos conocidos como Rafael Muñoz, Graciliano Ramos, Otero Silva y otros menos menos conocidos que no voy a mencionar porque no los conozco.
A continuación una breve incursión en un microbestiario, donde encontramos dos espléndidas especies, los palabrones (de boca monstruosamente grande y oídos minúsculos) y los escuchones (de inmensos oídos y bocas chiquitas) que nos remiten a los cronopios y famas de Cortázar; unos tienen la lengua desatada y su arma es el sonido, las palabras furiosas, y requieren de un auditorio aunque sea para escuchar su propia voz, aunque no sepan exactamente lo que dicen, los más peligrosos son los del sexo femenino y aman las reuniones sociales, los mítines, las grandes concentraciones; los otros sobreviven gracias a su habilidad para evadir a los anteriores, aman la soledad pero tienen una enorme debilidad: les gusta el chisme.
“La grieta” es un cuento de horror que se refiere a una falla más enorme que la de San Andrés, una amenaza latente e interior que nos persigue de manera implacable y acabará con el tiempo, el espacio, y la misma Nada, un homenaje a Macedonio Fernández.
En un segundo tiempo nos encontramos con tres relatos en los que se recrea ésta ciudad que algún día fue bella.
“La luz que dejaron prendida” me recuerda a un poema que alguna vez leí entre los legajos de un concurs o de poesía en Aguascalientes y que terminaba con una frase lapidaria. “Y cuando el último de nosotros se haya ido, ¿quién apagará la luz? Aquí la luz recorre la ciudad, a través del rayito de luz nos vamos adentrando hasta San Juan de Dios y los pasajes subterráneos hasta desembocar en la plaza de las sombrillas (que por cierto no sé si aún existe)
El segundo relato relacionado con la ciudad es una carta al tío Augusto, en él el narrador hace un recuento de su infancia y allí encuentra viejas máquinas de escribir, gigantescas bolas hechas con envolturas de papel aluminio, fierros de todas las especies, papeles llenos de polvo y teñidos de nostalgia…, nos presenta a la naciente colonia Chapalita, y se introduce en el mágico castillo que su tío construyó en la esquina de Tepeyac y las Rosas, un laberinto onírico con una cocina tan chica que casi no cabía en sí misma, un elevador que nadie usaba, un piano que nadie sabía tocar, un perico que decía leperadas, una alfombra de piel de venado perseguida por otra de piel de tigre, el tío tocando el violín a la manera del Tobi de la pequeña Lulú. El sitio donde el narrador hizo sus prácticas de alpinismo doméstico que le condujeron al alpinista domesticado de la edad adulta; y luego la decadencia de la colonia, la metamorfosis que transformó el castillo de sus sueños en: peluquería, lavandería, librería, nevería, copias al instante, etc., “Fuiste como un barco que navegó sobre la tierra más reseca, un barco que naufragó en el fondo de los sueños”, y nos remite al primer cuento del libro al decirnos “Quizá lo inútil en este mundo, sea lo útil en el otro, Quizá hacía más falta que alguien pusiera un poco de extravagancia en el más allá, quizá.”
Sigue el documento titulado Expedición arqueológica al Valle de Atemajac. Memorias del LI Congreso de Americanistas. Que, a pesar del engañoso título, está dedicada al tal rebaño autollamado sagrado por la plebe. En este manuscrito Raúl se recrea literalmente con la extraña tribu de los tapatíos, que se nombran como tales ante la dificultad de pronunciar el gentilicio de Guadalajara. Se analizan en el documento los pocos restos de la ciudad que han sobrevivido, tratando de encontrar la razón de la cultura kitsch que floreció en el fin del segundo milenio y dio origen a monumentos tan lamentables como los Arcos del Milenio, una de las maravillas del mundo antiguo. Aquí está el recuento de una insólita civilización que dio origen, entre otras cosas, a las tortas ahogadas, el pollo a la Valentina, a los alcatraces invertidos, mediante las pocas huellas que han quedado los arqueólogos del espíritu intentan reconstruirla, utilizando viejos códices del fondo de cultura, elementos esotéricos e imaginación en dosis homeopáticas, tratando de inventar la razón de ser de algunos sitios indudablemente sagrados, como la Plaza del Sol donde debieron realizarse rituales solsticiales, o la pirámide de concreto y cristal conocida como Jayat donde se hacía evidente la influencia de las tribus yankis. Se habla de una gran feria anual que congregaba a los principales tlacuilos del mundo literario y del malvado dios Pemextli causante de una catástrofe que dejó una gran cicatriz en la memoria.
Como entretiempo se nos ofrece un relato machista, jose alfredojimenista en el que encuentro la reminiscencia de un goberignorante que, durante la ceremonia del grito de Independencia, imploraba, ¿ontá la campana, ontá la campana? El texto termina con una alentadora frase (recuerden que estoy haciendo una lectura inversa) y nos dice: La fiesta apenas comienza.
En efecto continuamos con los platillos fuertes del menú: los tres últimos cuentos.
“Mi historia con Euterpe”, una extraña historia de amor entre Nicodemus, un merolico y una masa amorfa que pudiera ser Euterpe y que, víctima de una depresión rabelesiana, procedió a capitalizar los abundantes recursos mamíferos, siempre renovables, de sus enormes pechos. Narra la historia de los hijos de la extraña pareja, y el desdichado final de Nicodemus al comprobar que el hombre es muy parecido a los huevos estrellados y que una calle calcinante puede ser utilizada como sartén.
“El gran silencio” es una bella metáfora que juega con la Voz y el Gran Silencio; una búsqueda interior para encontrar la palabra como un árbol frondoso lleno de frutos, pájaros y sirenas irresistibles. Una voz que habrá que cultivar a la manera de Voltaire que recomendaba cultivar nuestro huerto. Calificaría a Raúl como un místilúdico que incluso en los momentos de mayor seriedad no puede evitar el burlarse un poco de sí mismo, pero que si leemos atentos sabemos se dirige a la palabra que no hablamos, la que habla en nosotros y que, a veces, trasladamos al decir.
Y arribamos al espléndido final que es el principio, “El Más acá del más allá”. Narrado por un cadáver que escucha los sonidos de los vivos, los rezos y plegarias, chistes y sorbitos de café con los que se despiden de él, luego ingresa en el sueño, en ese territorio intermedio entre el hombre y lo divino hasta que alguien toca su hombro y despierta, ¿lo hace?, nos preguntamos los lectores, ¿o vive en ese estado de suspensión temporal de la vida donde se engendra la poesía?, en fin, quien lo llama es Bartolomé, que a la manera de Hermes, el conductor de las almas al matadero, lo conduce por un camino que es un resumen de todos los caminos que ha caminado, las imágenes van brotando de su interior. Raúl se recrea con las enumeraciones del paraíso al que ha arribado: un lugar parecido a todos los lugares, con una playa tropical llena de bailarinas hawianas donde reparten cocos con ginebra y hay casas sin ventanas y ventanas sin casas, puertas que se abrían y puertas que se cerraban, torres como telescopios asomados a la distancia, escaleras eléctricas perdidas en las nubes, inmensos campos de trigo que ondeaba al viento, aludes de nieve sobre dunas desérticas, una mesa donde no se comía pero se apilaban libros escritos para poder entender otros libros. Escuelas para ser maestro y escuelas para ser alumno, escuelas para ser… “Todo estaba adentro, todo brotando de mi interior, Eso era lo que me maravillaba”. Nadie sufría, pero todos lloraban de gozo, todos estábamos enfermos de amor a la intemperie, por eso es inevitable que encontrara a la Dama sin gracias, la Mujer eterna, niña, anciana, novia, amiga, recién casada, la Dama de la muerte con quien hace el amor cien veces en cien diferentes cuerpos, el gozo llevado a la perfección. A su alrededor se esparcía toda una comunidad multicolor: negros con blanco, amarillos con rojo, verdes con morado.
Pero el hombre se cansa, cuanto más un cadáver, resultó que el paraíso era aburrido, todos los libros estaban escritos y leídos, ya nadie deseaba escribir nada más… Y, en ese momento de mi lectura encuentro el guiño de Raúl, que parece dirigido a este hipotético lector que soy yo y me dice: RESULTABA MÁS DIVERTIDO COMENZAR POR EL FINAL, PARA ASÍ ADIVINAR EL PRINCIPIO. ... EN EFECTO, LOS HOMBRES SOSPECHABAN QUE HABÍA UN DETRÁS, PERO VIVÍAN EN EL MÁS ACÁ DEL MÁS ALLÁ, EN EL ETERNO PRESENTE DEL AHORA, justamente donde nos encontramos, desde la perspectiva del poeta que tras ascender a las raíces del gran sauce sube hasta el séptimo piso, llega a la ventana y es testigo del milagro del mundo de todos los días: la calle gris, las banquetas llenas de hojarasca, los autos estacionados en segunda fila, y… nosotros, sus lectores.
Y ahora me doy cuenta de que toda la bonhomía de Raúl, su calidez y humanidad se deben a un accidente fortuito y terrible: es un poeta, un hombre que ha regresado del más allá y que, aquí, en el más acá, lleva en su frente el sello de quienes han sido tocados por la muerte y nos dice, con toda la sabiduría de su experiencia, que no tengamos miedo porque todo no es sino un juego, una ilusión… enhorabuena Raúl por este recién nacido hijo tuyo, ahora sé por qué escogiste un pediatra para recibirlo. Muchas gracias.

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