20120703

Orquesta de visibilidad: la poesía de Laura Solórzano. Texto de Ángel Ortuño


Orquesta de visibilidad: la poesía de Laura Solórzano

Por Ángel Ortuño


Según lo refiere Francois Cheng en su libro sobre la escritura poética china, fueron los poetas de la época Tang quienes introdujeron en la poesía una noción procedente del taoísmo: la concepción de lo vacío y lo lleno. Las palabras llenas eran los verbos y los sustantivos; las palabras vacías, los pronombres, proposiciones, comparativos y partículas.
Para García Calvo, esta distinción corresponde a la que se establece entre “mundo en que se habla” y el “mundo de que se habla”. Ya Eduardo Milán ha señalado como rasgo sobresaliente de la poesía de Laura Solórzano “su buscada atematicidad”, lo cual ubicaría su escritura en el terreno del “mundo en que se habla”, con marcada preferencia por las palabras vacías y su condición de ser asemánticas, es decir, de no contribuir a la densidad del significado de los enunciados. Lo que acercaría su escritura, formal y estilísticamente, a los más arriesgados ejercicios de estilo de escritoras como Gertrude Stein. Esto tal vez merezca una digresión.
En el parágrafo 500 de su Tractatus Logico-Philosophicus, Ludwig Wittgenstein anota:

Cuando se dice que una oración no tiene sentido, no es que su sentido carezca de sentido sino que una combinación de palabras está siendo excluida del lenguaje, retirada de circulación.

A partir de esta cita, Marjorie Perloff señala que en la escritura de Gertrude Stein no hay una negativa a que las frases tengan sentido, ni siquiera “una predilección por lo insensato”. Lo que hay es un ejercicio donde “se prolongan implicaciones semánticas específicas que no suelen estar presentes en el discurso” de que se trate.
Tal es la exclusión que opera sistemáticamente a lo largo de todas las combinaciones de palabras que en Nervio náufrago son retiradas de la circulación, es decir desvinculadas de sus referencias paradigmáticas —marcadamente, las convenciones del lirismo— por medio de la operación sintagmática gracias a la cual tenemos oraciones gramaticalmente impecables, en un idioma que suponemos el nuestro pero que son formuladas en el momento mismo de apartarse de esa circulación informativa, desposeídas de apelaciones incluso a códigos simbólicos o retóricos que nos permitirían estabilizar aquello que leemos bajo el membrete inane de “poesía”:

La nación que navega sin el néctar, que inunda sin ahondar
que no surge, que no sale, que no sostiene el núcleo
porque no suelta la secuencia de servir y someter
su piedra preciosa al paso del narcótico
y pierde el norte.

Sin dejar de ser cierto, me parece que lo anterior admite matices. Particularmente en el caso de Nervio náufrago. Matices que ya señalara también Ricardo Castillo al prologar Un rosal para el señor K: “pronombres personales, verbos y sustantivos (aparecen) afectados por la variación o modificados al ampliar su campo semántico”. Más que una ampliación del campo semántico, propongo que la estrategia de escritura de Laura Solórzano en este libro se fundamenta en la circulación entre lo semántico y lo atemático (para recuperar los términos empleados tanto por Castillo como por Milán). La frontera entre las palabras vacías y las palabras llenas se vuelve lábil, de ahí el que una lectura superficial de la escritura de Laura pudiera acercarla al delirio verbal de la libre asociación surrealista. Lo que, a mi juicio, no es exactamente el caso. Los poemas que componen Nervio náufrago no son adivinanzas ni ejercicios de paráfrasis, tampoco mensajes cifrados del subconsciente para evadir la represión consciente. Eso sería —estamos de acuerdo— demasiado fácil. Y este poemario reivindica la orgullosa divisa de Lezama: sólo lo difícil es estimulante.
En una escritura tan radicalmente reacia a ser abducida por el discurso crítico-analítico lo más que se puede aventurar son conjeturas. Y, ¿por qué no comenzar por el principio? Empecemos, pues, por el título.
La palabra “nervio”, de acuerdo con sus acepciones consignadas por la RAE, puede interpretarse también como “el vigor de la razón”, asunto que no nos cuesta trabajo identificar, en términos de funciones del lenguaje, con la de comunicar y explicar; lo que se conoce como el componente informativo del lenguaje, donde las palabras y su orden son el vehículo para la transmisión de contenidos unívocos. Las palabras del discurso racional van, pues, llenas de significado (la convención más estrecha del lenguaje) para configurarse como sentido (acumulación no contradictoria de la relación de significados).
Pero este nervio es náufrago. Y la palabra se refiere a quien ha sufrido un naufragio, es decir que ha sufrido “pérdida o ruina de la embarcación”. El fragmento 2 del poema “(tierra)” lo formula a la manera de lo que Ricardo Castillo ha llamado “la duda, la interrogación orientada al conocimiento”:

¿Se puede preguntar a la poesía por la postura de la persona y amar la dinamita del desorden en la duela del párrafo?

La pulida duela donde cada fragmento se ensambla con sentido de orden y totalidad, el párrafo como construcción autosuficiente de sentido, es el lugar donde se escenifica el procedimiento de la escritura de Laura Solórzano. Y no está de más recordar que esta noción, procedimiento, es capital en el arte contemporáneo, incluso por encima de la anterior noción de obra considerada como un objeto de admiración terminado en sí mismo. El procedimiento de su escritura, decía antes de la digresión, que tiene estos elementos:

-la postura de la persona
-la dinamita del desorden
-la duela del párrafo

“La postura de la persona” remite al ineludible Yo lírico, esa construcción retórica a partir de la cual se enuncia el poema, predominante desde Arquíloco de Paros hasta la fecha.
“La dinamita del desorden” es una bella advocación de la Beatriz de Mallarmé, la destrucción; el descoyuntamiento sintáctico, la disolución semántica, la evaporación de lo sólido en el aire.
“La duela del párrafo” es un pulido vestigio de una noción de orden que la mera enunciación del poema nos muestra como ilusoria. Se supone que el párrafo delimita la expresión completa de una idea, mediante su formulación parcial a través de frases cuyo sentido se va sumando al total para indicar inequívocamente un determinado contenido. Un funcionamiento similar al de la estrofa en tanto que parte de la composición lírica a la que se concibe como separada del resto por razones estructurales, pero finalmente integrada en la dirección de la configuración total. El hecho, pues, de aludir al párrafo y no a la estrofa dentro del discurso poético de Laura Solórzano podría servirnos para conjeturar otra circulación, esta vez entre delimitaciones formales: frase y verso. Donde deliberadamente se renuncia a la licencia poética como justificación; de hecho, se renuncia a toda justificación, incluida la de la licencia poética.
Aquí, sucinta, la historia de la ruina de la embarcación alguna vez bautizada como sentido. Su ruina que ocurre, paradójicamente, para depurarla y ganar nitidez, como se asienta en la parte 1 del poema “(ars combinatoria”):

Yo diría: existen puentes que maduran en lugares vacíos y son intangibles conexiones que van fundiendo mente, mano , marchas y maneras que fecundan el decir con figuras que aparecen en la distancia y unen con su pleamar de nombres las orillas más imprecisas.

El naufragio del nervio lo libera de sus constricciones perceptivas y preceptivas: usa el lenguaje para desprogramar al lector y desarticular sus inercias interpretativas, obligándolo a nadar, a aferrarse a los restos del naufragio pero también a evitar hundirse con ellos. Estos puentes fecundan el decir con maneras que aparecen en la distancia, como en el poema “(mantel)”:

habrá que hacer una orquesta
de visibilidad traída por las brasas
condensada en leche madura
para extender un mantel
y comer juntos.


La visibilidad, volvamos al diccionario, es la “mayor o menor distancia a que, según las condiciones atmosféricas, pueden reconocerse o verse los objetos”.  Y aquí es importante hacer una distinción entre claridad y nitidez. La claridad —exigida a la poesía por algunas almas cándidas— no es sino una condición de permutabilidad de sentido: esto quiere decir aquello. La nitidez presenta los objetos verbales, nos permite reconocerlos, es decir: volverlos a conocer, despojados de los lastres interpretativos y asociativos de la impuesta univocidad, para entregárnoslos como únicos y múltiples a la vez. Eso es, en sentido profundo, un verso: una formulación verbal necesariamente invariable en su dicción pero gozosamente inestable en sus posibilidades de lectura. De ahí la orquestación de lo invariable verbal que provoca la desarticulación de lo convencional para afinar la lectura, como se limpia el aire después de una intensa lluvia, y permitirnos volver a ver las cosas y las palabras.
Si son ustedes tan gentiles de concederle credibilidad a mi experiencia de lector, con apenas un ligero barniz de teórico aficionado, leerán cuanto antes Nervio náufrago y no dudo de que coincidirán conmigo en que la poesía de Laura Solórzano es —como lo he confirmado con cada nuevo libro suyo— uno de los proyectos de escritura más radicales, potentes y perturbadoramente elegantes en este momento de las letras mexicanas.

http://todoennoticia.com.mx/occidente-municipios-jalisco/cerda-martha-mientras-agonizas-la-zonambula-2020/