20100317

Ríos

Por Víctor Manuel Caamaño

Hay ríos con personalidad. Señoriales, apacibles, tumultuosos, inabarcables, románticos, silvestres, elegantes, silentes, o agonizantes. Pienso en las cataratas del Niágara, en esa inmensidad de diluvio haciendo una cortina capaz de atemorizar a quien se le ponga enfrente. Pienso en el Sena, con su invitación al romanticismo y la ensoñación, sinónimo de la música de acordeón como rúbrica, con la imagen del río accionando en automático las notas de La vida en Rosa. Y el río Santiago, anuncio de agonía y de muerte. De inmundicia amotinada deambulando en pos de víctimas. Y pensar que llegué a bañarme en sus aguas cuando eran transparentes y no habían sido canceradas aún por la contaminación. Aquellos remansos se vivían diferentes en la niñez. Se mojaba uno con la alegría que la inocencia ofrece. Estando en el agua las cosas se diluían, dejando tan sólo el momento, el lugar, el paisaje y la lujuria del verdor crecido en las márgenes del río. Con mi mirada, navegaba en el fondo de los ojos del agua.

Río. Manantial. Caudal. Discurrir. Fluido. Liquidez, transcurso, fuerza y fugacidad. Estallido de vida y, a ratos, mansedumbre. Permanencia y movimiento. Viaje sin retorno, fuga hacia adelante, rodar incansable. Sustanciación de la dialéctica, es el mismo y al mismo tiempo no lo es, ya lo dijo Heráclito. El río se transforma en mar, el mar en nubes, las nubes en río: círculo en movimiento sin reposo.

Río como continuidad. Sucesión de imágenes atrapadas al instante, el instante de lo esencialmente humano. Es la novela un río onírico, ¿o qué es? ¿Cuál es la esencia o el alma de ese torrente? ¿Qué lo produce, cuál es su motor? ¿Cómo nos asomamos y atamos su hilo conductor?

La risa, el humor, el olvido, la insignificancia, lo que no se había mirado, decir lo que no se ha dicho, ¿cuál es la materia prima de la novela?

¿Qué es lo que une el caudal de la narrativa? Las costuras del interior, la llamada subjetividad, ¿cómo se muestra en la lírica y en la épica?

¿Y la contemplación de la naturaleza humana para qué nos sirve?, ¿existe la naturaleza humana?

La futilidad: Malla que atrapa pedazos de existencia, esquina en la que convergen las simplicidades cotidianas, coloraciones comunes que dan sustancia, puerto en el que atracan al unísono las voces del diario, los sonidos, los aletazos existenciales, espacio para las búsquedas nimias, los actores anónimos, involuntarios, de la escena común.

Y el río ahí va: impetuoso, impredecible, inagotable como la imaginación. Y como ella, cazando sorpresas.

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