Por Miguel Ángel Santos
Dios es más barato que la compasión, la
borrachera o el desvelo, no hace falta más que ponerle unos centavos de horas y
dejar que, como caballo o animal de feria, eche a andar y nos abrace en su
santa paz. Mierdero perfecto cuando se nos entrega al olvido cualquier
esperanza, padre todopoderoso de amor incondicional que nos redime al
reconocernos como sus hijos; Dios es más barato que el ensueño y las fantasías, es la evasión de la responsabilidad, del
dolor y el peso de nuestra miseria: está en todo lugar, todo lo ve y nada nos
dice, las señales que nos envía luchan como pulsos rugientes en nuestro corazón
o en nuestra alma
inexistente. Es onanismo espiritual el llanto roto que le dirigimos en medio de
la plegaria egoísta pegada a los labios tercos de pecador, es el camino, la
verdad y la vida abrazada en medio de la paupérrima voluntad, del abandono. Por
eso, recurro a ti ahora, me postro como huérfano en medio de la tempestad, con
todo el dolor y el patetismo que me es posible, me arrastro en mi derrota hasta
ti, me reconozco débil y pequeño y saco de mi bolsillo, a pesar de todo mi
orgullo, unos centavos de horas para re emprender el viaje hacia tu misterio.