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¿De dónde,
sí, tanta evidencia a través de tanto
enigma….
Yves Bonnefoy
ay, ciegos de
su lustre,
ay, ciegos de
su ojo
José Gorostiza
Bello el
embuste y el ardid piadoso.
Paul Valéry
Naturaleza muerta
El
deseo redondea al fruto,
ojo
voraz de Cézanne,
molicie
de la forma que en sí reposa,
en
el cáñamo pintado con la mesa
firme
y sobre ella, intacto en la luz extraña
el
frutero, tan real,
donaire
de la transparencia que toma cuerpo, rubor
de
sangre —ápice del arte— y conmueve el pulido lienzo:
redondas
redundancias,
belleza
que en nada se sostiene, vive de aire,
peras
o naranjas,
cándidas
manzanas…
Desnuda
veracidad,
el
fruto cavila en sombra
—nada,
pura mirada—
el
deseo que lo saborea.
Espera
la
mano o el beso
o
el hambre.
El
deseo —ojo voraz— redondea al fruto.
Ciega
tu redondez,
peso
de padecerte —tan a solas— contorno
que
posa entre luces vagas,
y enardece en fruto la
mirada.
Belleza,
rara palabra,
nombre
del hambre.
Desea
el fruto intacto
—nada,
pura mirada—,
la
piel sabe a deseo,
y
el deseo, ¿a qué?
Aguardas
el hambre,
urdimbre
de brisa,
antojado
esperas
la
caricia
del
ojo.
Contorno
obstinado
el
cuerpo —el fruto—
aroma o paráfrasis
de
un hueco que llamaste eva
o
deseo, voracidad
del
ojo que, ciego, mirándote
se
mira, cáñamo pintado,
ápice
del arte.
Belleza
que en nada se sostiene, vive de aire…
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Esta piedra
abierta, ¿eres tú?, esta casa devastada,
¿cómo se
puede morir?
Yves Bonnefoy
(trad. Manuel Alvarez Ortega)
Y cada afecto
Un humo,
Pero
vibrante, claro, como un
Bronce que
suena.
Yves Bonnefoy
(trad. Arturo Carrera)
Rumor de tu casa vacía
(Diagonal…)
el
hilo que el sueño sordamente
el
hilo que el ciego sueño sordamente desovilla sigue moroso la ruta de la ceniza un perfume desalmado flota entre caobas y oro
remiso
escancia la tiniebla
intrincadas molduras de agua muerta
(resuello
de soliloquios rezuma la pátina en los muros ácidos)
venero
de la sed el fruto
el
fruto es el hijo
la
sed es la madre que digo o farfullo
hilo
de nada el poema fulgor de pobre cobre
sigues
el fulgor del hilo hacia la ribera que empapa un vómito de alfabetos rotos
sordamente
el hilo teje la noche
en
el tálamo turbio la trémula novia fermenta el abandono
éxtasis
oxidándose de azolvado durar
(ronda)
aviva
la brisa atiza la brasa abrasa tu casa voz voraz trenza el treno escande el trino convoca el
trueno a bailar la madre a nadar la amarga
mar amarla es beber la sal roer la cal en ese hueco eco donde nadie nada
(letanía)
madre
ciega novia ebria que hilas la fiebre
venero
de la leche cauda lenta
enhebra
el blanco reverbero y susurra
“muere
de mí niño
brotas
de ella estrella
respiras
en su aliento
te
anegas en el odio de la cal que ciega reverbera”
madre
ciega novia ebria
blanco
reverbero me anega tu locura
estoy
en lo desconocido estás en el albor
nieve
de la canícula ara de la ceniza!
casa
roída lámpara viva
llama
votiva musita la fiebre
tu
nombre ninguno de nadie
—sigo el hilo
fulgurante que el sueño desovilla
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Las más claras distancias
Sueñan lo verdadero.
Jorge Guillén
apunte
(02.03.14)
a la vista el
mar de enramadas
te embebe una
diáfana respiración de distancias
entras a la mañana en un arrebato de sed absurda
(quieres olvido y quieres encarnar)
en la
luz que desatada ríe
restalla
ola violenta ánima cimbreante
latido
te vuelves
(quieres olvido y quieres encarnar)
allá
en la claridad el pájaro sin más