Arco iris blanco
LA “AMBIGÜEDAD” DEL HILO NEGRO*
Miguel García Ascencio
I. Un hilo no tan negro
Descubrir el agua hervida es tanto como encontrar el hilo negro. Como reprochar a alguien por mostrarnos lo sabido. Una frase hecha para decir que no repitan lo obvio.
El hilo negro no siempre es hilo negro de forma tajante. No existe afirmación o conocimiento que no parta de otros saberes. Casi todo sería hilo negro. Hervir el agua fue un descubrimiento de grandes repercusiones para la salud.
Ramiro Aguirre, además de irónico al titular su libro con esta frase peyorativa, es modesto, y toma precauciones frente a la crítica. La difusión de saberes asimilados, siempre será el hilo negro. Esto hace quien produce revistas no especializadas, suplementos culturales y los articulistas en la sección de arte y literatura de diarios y publicaciones periódicas. Hilos negros a cada paso.
II. La biografía como eje
Ocho son los autores (casi todos novelistas, excepto un poeta y un fabulista), biografiados por Ramiro Aguirre en El hilo negro: Charles Bukowski, John Fante, Sándor Márai, Graham Greene, Augusto Monterroso, Paul Bowles, Joseph Brodsky y V. S. Naipaul, con estilo ágil, en el que mezcla ensayo, relato y técnicas de la biografía.
En estos ensayos-relato pesa más la biografía. Le siguen reflexiones oportunas acerca de las características de cada autor. Sobresale una de sus intenciones: esquivar la academia, el engolamiento y la saturación de teoría.
Cuando me refiero a biografías, es preciso aclarar que las aquí presentadas no obedecen a un esquema lineal y esquemático de biografiar: fechas de nacimiento, de aconteceres importantes en la vida del autor, y para finalizar, de su muerte. Con tal secuencia inamovible.
No son “cartas” de papelería: las fechas imprescindibles las da en el momento adecuado, sin repetir dicho orden en las otras.
La biografía importa en el texto de Ramiro Aguirre, pero como ayuda para comprender al autor y su producto literario.
III. “Monografías” a partir de lo biográfico
La acumulación de estas biografías puede ofrecer elementos para elaborar “monografías” que:
a) Nos descubran los vuelcos y pulsos de una época a través de sus escritores. Dicho de otra forma, cómo entendieron su entorno y cultura. De qué manera influyeron en el mismo.
b) Cómo repercuten los acontecimientos nacionales o internacionales en la obra de un autor. Cómo les afectó.
c) Reflejos de época en su literatura.
d) Vestigios de su vida personal en su producción literaria.
e) Etcétera, lo que nos encauza a lo sociológico o sicológico en la literatura, faceta que obliga a discurrir con algún método de análisis e irremediablemente nos enfanga en la academia.
Este libro, sin buscar lo anterior, en conjunto responde a varios de tales planteamientos.
IV. Lo de uno en “todos”
Con el afán de ver qué hay detrás de estas biografías, encontré que en los biografiados existen muchas coincidencias, las que en sentido riguroso, no lo son: no hay efectos sin causa. El autor de El hilo negro, de forma consciente o inconsciente, aglutina tales aspectos y los evidencia. Veamos.
Casi todos los autores que reseñó, vivieron una niñez, que en el mejor de los casos, fue solitaria. Augusto Monterroso el más afortunado. En el peor, sufrieron violencia intrafamiliar. Un extremo de ésta, la padecida por Charles Bukowsky. Víctimas de enfermos de alcoholismo o neuróticos sin curación. Ello los obligó a crecer en constante conflicto con sus padres o familia.
Otro aspecto que los unifica es el de las penurias económicas desde la infancia, en la adolescencia o en grandes porciones de su vida. Van de empleo en empleo, lo que muchas veces apenas les permite subsistir. Lo dejan por voluntad propia o los corren. De vendeobjetos a periodistas por mientras. Ya con oficio, algunos serán corresponsales de revistas con distribución internacional y designaciones concretas de trabajo. Hasta uno de ellos (Graham Greene) servirá como espía a las órdenes de Inglaterra, a la vez que escribe para Life.
Que hayan dejado la universidad o la consideraran no indispensable, constituye otro de los matices de su personalidad. Son autodidactos con un plan preconcebido. Una obsesión los alimenta: quieren ser escritores. De nuevo Monterroso es un caso especial: recibe clases particulares. El nivel económico de sus padres lo permite. Los demás creyeron que la mejor universidad es la vida in situ, el transcurrir y la observación de los acontecimientos.
La mayoría de estos escritores conoció los “bajos fondos” de la sociedad: arrabales, zonas calientes, barrios bravos, los tumultos, en el límite entre la delincuencia desorganizada y el abismo de la pauperización. Pobreza que busca satisfacer requerimientos por las vías de la transgresión. Cuando no, la picardía fue el antídoto contra los modales cultos.
Cuando no procedían de una familia en que el padre aspiró a ser escritor o fue periodista profesional o aficionado, el consejo habitual era: dedícate a una profesión de provecho: no pierdas tu vida inútilmente. Pocos viven con decencia de eso. Parientes y conocidos no podían entender los dictámenes de la vocación.
Como consecuencia de vivir de forma congruente sus preocupaciones literarias y su pasión por escribir, vieron con claridad la estructura económico-política de su entorno y sus trampas: la mayoría criticó lo falaz del “sueño americano”, su consumismo glotón, sus afanes de riqueza, su ir tras la felicidad en donde no puede ser encontrada. Unos lo hacen con sarcasmo, otros permiten que las tramas de sus novelas desenmascaren lo encubierto.
En apariencia lejos de la historia, pero no de las historias, reflejaron los aconteceres históricos importantes en el mundo o sus repercusiones: desde la prolongación de la revuelta cristera en México (Graham Greene), hasta conflictos bélicos en Asia y África. También movimientos independentistas de varios países del tercer mundo.
El lado oscuro del corazón podría ser una frase que identifique a la mayoría de estos escritores. Otra vez, excepto Monterroso. Escriben desde la derrota, pero siempre cuidadosos de salvaguardar los valores de libertad y justicia. En lo personal, todos fueron independientes hasta donde las circunstancias lo permitían.
Muchos de estos escritores serán trotamundos, viajeros contumaces por adicción o por trabajo. De un país brincan a otro y de un continente al de más allá. Mundializados y mundializadores sin pretenderlo. Su producción lleva a los lectores a ver el mundo desde una órbita no folclorista. Descubren en cada obra las características específicas de las culturas a que se refieren. Monterroso es el no tan “movedizo”, el que limita su territorio a Centroamérica y México. En todos existe una visión universal, totalizadora, la que parte de lo personal: el individuo como ente similar a otro del planeta.
Ser trotamundos quizá resulte del sentimiento de desarraigo de algunos de estos escritores. Con raíces diferentes al lugar en donde radicaron, fueron de muchos entornos y a profundidad tal vez de ninguno. En todo caso escribir fue su universo, territorio que transportaban consigo a donde fuesen. Territorio que se agrandó con la suma de experiencias y el vivir en la patria afectiva de las personas que trataron.
V. Qué y para qué escribir
Una preocupación constante del autor de El hilo negro es transmitirnos el sentir de sus biografiados con relación a la escritura: qué y para qué escribir, además del cómo hacerlo. El qué se los dicta la experiencia, ya sean argumentos guardados o resguardados en su memoria o la síntesis después de acumular reportajes y anotar lo visto.
Este qué, para qué y cómo, hace formular a estos escritores una serie de parámetros: escribir no es dar noticias, sino envolver los acontecimientos con un tono que los haga memorables. Lo memorable no radica en los estilos recargados. Podríamos afirmar que hacen periodismo literario: estilo directo, ausencia de adornos, eficacia expresiva…
Junto a lo anterior en la forma, el fondo será retratar a sus personajes. Oírlos hablar, ver cómo se mueven, qué los angustia, de qué manera transmiten su pensamiento a los demás. Una vez salvaguardado lo fundamental, unos se inclinan por el realismo sucio (Charles Bukowsky) y otros por la ironización. De malditos la mayoría tiene un poco.
Otros hacen montajes con situaciones de su vida o personas cercanas a ellos. Ya víctimas de las circunstancias o reflejo de lo que observan, creen que escribir es una responsabilidad y que, indiferentes o no a los valores morales, sus conductas repercuten en el entorno.
Escribir será la consecuencia de haber vivido lo que luego llegará al papel. Que el tiempo no se evapore. Que nos recuperemos en lo escrito. Somos historia si la hacemos letra. Tal postura los presiona a ser autobiográficos o con pinceladas de su biografía en el perfil de sus personajes.
VI. Los trasfondos
Ramiro Aguirre encontró los hilos negros que buscaron los autores que reseña: vivimos en sociedades que no ofrecen un desarrollo igualitario. Esto permite que algunos declaren sin declarar, o haciéndolo, que simpatizan con la marginalidad. No quieren salvar a las clases en abandono, sino dejar claro que éstas constituyen los idóneos para sus fotografías.
De forma directa o indirecta, ponen en claro las trampas del capitalismo: que la multitud subsista como mano de obra rentable, para que una minoría tenga abundancia. Describen la desintegración de la burguesía, la soledad como resultado del individualismo y lo difícil que es alcanzar la felicidad pregonada.
VII. Conclusión
El hilo negro, de Ramiro Aguirre, ofrece la oportunidad de tener acceso de manera sintética, a una bibliografía amplia sobre dichos autores. Hay que aprovechar este desbroce de vías.
* Texto leído en la presentación de El hilo negro, el 14 de octubre de 2010, en la Alianza Francesa, Guadalajara, Jal.
Miguel García Ascencio
I. Un hilo no tan negro
Descubrir el agua hervida es tanto como encontrar el hilo negro. Como reprochar a alguien por mostrarnos lo sabido. Una frase hecha para decir que no repitan lo obvio.
El hilo negro no siempre es hilo negro de forma tajante. No existe afirmación o conocimiento que no parta de otros saberes. Casi todo sería hilo negro. Hervir el agua fue un descubrimiento de grandes repercusiones para la salud.
Ramiro Aguirre, además de irónico al titular su libro con esta frase peyorativa, es modesto, y toma precauciones frente a la crítica. La difusión de saberes asimilados, siempre será el hilo negro. Esto hace quien produce revistas no especializadas, suplementos culturales y los articulistas en la sección de arte y literatura de diarios y publicaciones periódicas. Hilos negros a cada paso.
II. La biografía como eje
Ocho son los autores (casi todos novelistas, excepto un poeta y un fabulista), biografiados por Ramiro Aguirre en El hilo negro: Charles Bukowski, John Fante, Sándor Márai, Graham Greene, Augusto Monterroso, Paul Bowles, Joseph Brodsky y V. S. Naipaul, con estilo ágil, en el que mezcla ensayo, relato y técnicas de la biografía.
En estos ensayos-relato pesa más la biografía. Le siguen reflexiones oportunas acerca de las características de cada autor. Sobresale una de sus intenciones: esquivar la academia, el engolamiento y la saturación de teoría.
Cuando me refiero a biografías, es preciso aclarar que las aquí presentadas no obedecen a un esquema lineal y esquemático de biografiar: fechas de nacimiento, de aconteceres importantes en la vida del autor, y para finalizar, de su muerte. Con tal secuencia inamovible.
No son “cartas” de papelería: las fechas imprescindibles las da en el momento adecuado, sin repetir dicho orden en las otras.
La biografía importa en el texto de Ramiro Aguirre, pero como ayuda para comprender al autor y su producto literario.
III. “Monografías” a partir de lo biográfico
La acumulación de estas biografías puede ofrecer elementos para elaborar “monografías” que:
a) Nos descubran los vuelcos y pulsos de una época a través de sus escritores. Dicho de otra forma, cómo entendieron su entorno y cultura. De qué manera influyeron en el mismo.
b) Cómo repercuten los acontecimientos nacionales o internacionales en la obra de un autor. Cómo les afectó.
c) Reflejos de época en su literatura.
d) Vestigios de su vida personal en su producción literaria.
e) Etcétera, lo que nos encauza a lo sociológico o sicológico en la literatura, faceta que obliga a discurrir con algún método de análisis e irremediablemente nos enfanga en la academia.
Este libro, sin buscar lo anterior, en conjunto responde a varios de tales planteamientos.
IV. Lo de uno en “todos”
Con el afán de ver qué hay detrás de estas biografías, encontré que en los biografiados existen muchas coincidencias, las que en sentido riguroso, no lo son: no hay efectos sin causa. El autor de El hilo negro, de forma consciente o inconsciente, aglutina tales aspectos y los evidencia. Veamos.
Casi todos los autores que reseñó, vivieron una niñez, que en el mejor de los casos, fue solitaria. Augusto Monterroso el más afortunado. En el peor, sufrieron violencia intrafamiliar. Un extremo de ésta, la padecida por Charles Bukowsky. Víctimas de enfermos de alcoholismo o neuróticos sin curación. Ello los obligó a crecer en constante conflicto con sus padres o familia.
Otro aspecto que los unifica es el de las penurias económicas desde la infancia, en la adolescencia o en grandes porciones de su vida. Van de empleo en empleo, lo que muchas veces apenas les permite subsistir. Lo dejan por voluntad propia o los corren. De vendeobjetos a periodistas por mientras. Ya con oficio, algunos serán corresponsales de revistas con distribución internacional y designaciones concretas de trabajo. Hasta uno de ellos (Graham Greene) servirá como espía a las órdenes de Inglaterra, a la vez que escribe para Life.
Que hayan dejado la universidad o la consideraran no indispensable, constituye otro de los matices de su personalidad. Son autodidactos con un plan preconcebido. Una obsesión los alimenta: quieren ser escritores. De nuevo Monterroso es un caso especial: recibe clases particulares. El nivel económico de sus padres lo permite. Los demás creyeron que la mejor universidad es la vida in situ, el transcurrir y la observación de los acontecimientos.
La mayoría de estos escritores conoció los “bajos fondos” de la sociedad: arrabales, zonas calientes, barrios bravos, los tumultos, en el límite entre la delincuencia desorganizada y el abismo de la pauperización. Pobreza que busca satisfacer requerimientos por las vías de la transgresión. Cuando no, la picardía fue el antídoto contra los modales cultos.
Cuando no procedían de una familia en que el padre aspiró a ser escritor o fue periodista profesional o aficionado, el consejo habitual era: dedícate a una profesión de provecho: no pierdas tu vida inútilmente. Pocos viven con decencia de eso. Parientes y conocidos no podían entender los dictámenes de la vocación.
Como consecuencia de vivir de forma congruente sus preocupaciones literarias y su pasión por escribir, vieron con claridad la estructura económico-política de su entorno y sus trampas: la mayoría criticó lo falaz del “sueño americano”, su consumismo glotón, sus afanes de riqueza, su ir tras la felicidad en donde no puede ser encontrada. Unos lo hacen con sarcasmo, otros permiten que las tramas de sus novelas desenmascaren lo encubierto.
En apariencia lejos de la historia, pero no de las historias, reflejaron los aconteceres históricos importantes en el mundo o sus repercusiones: desde la prolongación de la revuelta cristera en México (Graham Greene), hasta conflictos bélicos en Asia y África. También movimientos independentistas de varios países del tercer mundo.
El lado oscuro del corazón podría ser una frase que identifique a la mayoría de estos escritores. Otra vez, excepto Monterroso. Escriben desde la derrota, pero siempre cuidadosos de salvaguardar los valores de libertad y justicia. En lo personal, todos fueron independientes hasta donde las circunstancias lo permitían.
Muchos de estos escritores serán trotamundos, viajeros contumaces por adicción o por trabajo. De un país brincan a otro y de un continente al de más allá. Mundializados y mundializadores sin pretenderlo. Su producción lleva a los lectores a ver el mundo desde una órbita no folclorista. Descubren en cada obra las características específicas de las culturas a que se refieren. Monterroso es el no tan “movedizo”, el que limita su territorio a Centroamérica y México. En todos existe una visión universal, totalizadora, la que parte de lo personal: el individuo como ente similar a otro del planeta.
Ser trotamundos quizá resulte del sentimiento de desarraigo de algunos de estos escritores. Con raíces diferentes al lugar en donde radicaron, fueron de muchos entornos y a profundidad tal vez de ninguno. En todo caso escribir fue su universo, territorio que transportaban consigo a donde fuesen. Territorio que se agrandó con la suma de experiencias y el vivir en la patria afectiva de las personas que trataron.
V. Qué y para qué escribir
Una preocupación constante del autor de El hilo negro es transmitirnos el sentir de sus biografiados con relación a la escritura: qué y para qué escribir, además del cómo hacerlo. El qué se los dicta la experiencia, ya sean argumentos guardados o resguardados en su memoria o la síntesis después de acumular reportajes y anotar lo visto.
Este qué, para qué y cómo, hace formular a estos escritores una serie de parámetros: escribir no es dar noticias, sino envolver los acontecimientos con un tono que los haga memorables. Lo memorable no radica en los estilos recargados. Podríamos afirmar que hacen periodismo literario: estilo directo, ausencia de adornos, eficacia expresiva…
Junto a lo anterior en la forma, el fondo será retratar a sus personajes. Oírlos hablar, ver cómo se mueven, qué los angustia, de qué manera transmiten su pensamiento a los demás. Una vez salvaguardado lo fundamental, unos se inclinan por el realismo sucio (Charles Bukowsky) y otros por la ironización. De malditos la mayoría tiene un poco.
Otros hacen montajes con situaciones de su vida o personas cercanas a ellos. Ya víctimas de las circunstancias o reflejo de lo que observan, creen que escribir es una responsabilidad y que, indiferentes o no a los valores morales, sus conductas repercuten en el entorno.
Escribir será la consecuencia de haber vivido lo que luego llegará al papel. Que el tiempo no se evapore. Que nos recuperemos en lo escrito. Somos historia si la hacemos letra. Tal postura los presiona a ser autobiográficos o con pinceladas de su biografía en el perfil de sus personajes.
VI. Los trasfondos
Ramiro Aguirre encontró los hilos negros que buscaron los autores que reseña: vivimos en sociedades que no ofrecen un desarrollo igualitario. Esto permite que algunos declaren sin declarar, o haciéndolo, que simpatizan con la marginalidad. No quieren salvar a las clases en abandono, sino dejar claro que éstas constituyen los idóneos para sus fotografías.
De forma directa o indirecta, ponen en claro las trampas del capitalismo: que la multitud subsista como mano de obra rentable, para que una minoría tenga abundancia. Describen la desintegración de la burguesía, la soledad como resultado del individualismo y lo difícil que es alcanzar la felicidad pregonada.
VII. Conclusión
El hilo negro, de Ramiro Aguirre, ofrece la oportunidad de tener acceso de manera sintética, a una bibliografía amplia sobre dichos autores. Hay que aprovechar este desbroce de vías.
* Texto leído en la presentación de El hilo negro, el 14 de octubre de 2010, en la Alianza Francesa, Guadalajara, Jal.
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