20100224

Nota de Prensa

En el diario La Jornada (Jalisco), Sábado 30 de enero de 2010.


El libro del poeta se distingue por su estructuración y un prólogo de Emmanuel Carballo

En Unir la nada traté de no ser yo quien escribía: Javier Verea

RICARDO SOLÍS

Entrevista con el poeta Javier Verea quien, desde fines del pasado mes de noviembre, publicó su tercer libro, Unir la nada (La Zonámbula, 2009), un volumen de poemas que se distingue por sus rasgos de unidad en su estructuración y que, además, cuenta con prólogo del reconocido crítico mexicano Emmanuel Carballo.

Verea relata que comenzó escribir “cuando tenía 18 años”, tomando como ejemplo a su padre, abogado que incursionó en la escritura poética, la dramaturgia y la dirección escénica, y siempre “de manera autodidacta”. Con todo, aprovechando la cercanía de Emmanuel Carballo, recibió “impulso” de los comentarios que el crítico hizo a sus trabajos previos.

Al entrar en contacto, refiere el poeta, con otros escritores, “el medio” no le pareció atractivo y le pareció “una batalla de egos terrible”, donde percibió un gran “afán de protagonismo”, por ello se dice “contento” con la sana distancia y su “proceso de escritura”, algo que lo “libera” sin preocuparse demasiado por “el dilema de ser o no leído, el por qué o para qué”. Así, se ha dedicado a hacer “lo que me gusta”, con independencia de “sus repercusiones posteriores”.

Después de un tiempo dedicado a escribir, Verea llega al antitaller de poesía César Vallejo, a cargo del poeta Raúl Bañuelos, y –sostiene– fue de mucha ayuda pues, siendo “un ávido lector de poesía”, es ahí que comprende que “no se puede leer a diestra y siniestra”, lo que es muy distinto a “conocer” acerca de los textos, una “formación” que debe al taller, donde permaneció cerca de tres años y del cual surgió su primera publicación (El libro de los tiempos, en el 2000, con poemas suyos y de su padre, una edición en la que participaron diversos artistas visuales como José Fors, Alejandro Colunga, Luis Valsoto o Waldo Saavedra, por mencionar algunos).

Tras comentarios de amigos y lectores que calificaban su primer libro como “oscuro”, afirma Verea, se propuso “como objetivo” escribir otro, en el que tuviera “el concepto y el eje lineal”, de modo que pudiera “demostrarme a mí mismo” que podía “darle otro enfoque”, de donde surgió Reconciliar la sombra (2002), al que juzga “más alegre”.

Ahora, el origen de Unir la nada se remonta a un ejercicio que el escritor realizó sobre un poema –compuesto de casi puras negaciones– de su amigo Gustavo Hernández (Pato) y “me gustó tanto la idea”, asegura, que lo tuvo que “hacer a un lado” y, así, “arrancó un proyecto nuevo” de casi un centenar de poemas que parten de “la negación, en el sentido estructural”.

De esta forma, y a diferencia de la relación complementaria de sus libros anteriores, en este “lo que traté de hacer fue despersonalizarme totalmente”, es decir, “no ser yo quien escribía, y hablarle a alguien que no existe, que no hubiera sido alguien que está o estuvo en mi vida, o la musa, alguien inexistente”, en una especie “no de diálogos, sino de discurso”, aunque “suene algo abstracto”.

Unir la nada, contrario a sus otros libros y a pesar de su propósito de orden en su estructura, “no sabía a dónde me iba a llevar”, comenta Verea; y el formato elegido, poemas “en verso libre”, fue variando a lo largo del proceso, algo que fue “para no enclaustrarme” y explorar “mayores posibilidades expresivas”, puesto que “si quieres hacer algo bien hecho”, hay que “abrirse”.

El libro se complementa con dos poemas extensos. El primero, Contracanto a mí mismo, aparecía en su primer poemario y, tras una “revisión postrera” (y el consejo de Raúl Bañuelos), aclara Verea, se constituye como “un homenaje al simultaneísmo, del que Whitman fue el principal exponente”. El poema final, Crepúsculo tercero, fue escrito aún antes, en 1991, un texto que “siempre me gustó mucho” y lo incluyó porque “quise que viera la luz”.

Respecto del oficio de escribir, el poeta señala que uno de sus propósitos es “hacer conciencia” de él, “ir profundizando en cada área de uno mismo”, lo que queda de manifiesto en sus publicaciones previas, y le queda “perfectamente claro” y, añade, si algo ha sido “constante” en el proceso, es “la satisfacción posterior al acto mismo de escribir” que, aunque “conlleva un placer”, lo permanente ha sido “la satisfacción final” por el “trabajo cumplido”.

Ahora, si bien a Verea no le parece muy atractivo el medio literario, sostiene que el contacto con escritores ha sido de “mucho beneficio”, pero también lo que llama su “terco ensimismamiento”, buscando mantenerse siempre “un poco lejos” de los “juegos del ego, esas cosas que matan a la escritura”. Lo anterior, aclara, asumiendo el riesgo de perder “una retroalimentación importante” pues, a pesar de tenerla, “debería ser más”.

En este sentido, el poeta afirma que de todas las formas de retroalimentación, la conversación, “la plática”, resulta “importantísima para el crecimiento de las habilidades como escritor”; asimismo, confiesa que busca siempre hacerse de libros de poetas vivos, para establecer contacto con lo que se escribe actualmente.

Para este autor, la poesía –“tristemente”– está confinada a ser leída de modo casi exclusivo por quienes escriben y, a pesar de que considera “bien cubierta” la distribución local para su libro, sí le preocupa (ante la posibilidad de presentar la publicación en otras ciudades del país) que cualquier interesado en adquirirlo no pueda acceder a él. Ante esta situación, Verea sostiene que una solución probable (“la única que se me ocurre”) sería “ponerlo a disposición” a través de un website, sin que esto genere costos extra que sean excesivos para quien lo adquiera.

“Creo que soy obsesivo”, apunta el poeta, “cuando se presenta una idea para un libro, la sofoco porque quiero terminar el proceso de otro”, el que se encuentre escribiendo. En la actualidad, Verea tiene ya algunos materiales que busca funcionen como “un detonador” para “otros poemas”.

Ahora bien, para el poeta es importante la experiencia; si en Unir la nada busca “la despersonalización”, la forma de esta experiencia se ubica “en planos más profundos”, lo que ofrece a quien se acerque al texto “posibilidades de lectura” que no puede saberse “cómo se van decantando”.

Finalmente, Javier Verea, también licenciado en Mercadotecnia por el ITESO, persigue que este –su tercer libro– se presente en distintos escenarios de ciudades como Monterrey y el Distrito Federal, antes de concluir su periplo en Guadalajara; asimismo, Unir la nada puede ser adquirido en diferentes librerías y centros culturales locales.

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