Si la pausa
Por Luis Pérez Amezcua
Si la pausa está compuesto por 35 poemas. El más largo está formado por 11 versos, y con él empieza el libro. El resto de los poemas van de los 7 a los 3 versos solamente. Esta descripción permite, de entrada, informar que Si la pausa es un libro breve. Y ya es usual en algunas presentaciones de libros, para descargo del presentador, citar el refrán «lo bueno, si breve, dos veces bueno», que aquí aplica tanto para elogio de la obra de Jorge como para mi disculpa. Por ello, mi participación se limitará a comunicar algunos apuntes sobre Si la pausa, con la única intención de invitar a su lectura. Hay que recordar que la que habla por sí misma, es la literatura.
A partir del título del libro, es posible hacer una reflexión sobre el lenguaje. El condicional —indicado aquí por el tremendo “Si…”— es uno de los modos del verbo en algunas lenguas romances. No obstante, al revisar los títulos de los poemas encontraremos que el autor nos remite casi siempre a sustantivos —es decir, a nombres— tanto abstractos como concretos: con él vamos desde el dolor hasta la brisa. Luego, el peso de del poema recaerá en los sujetos más que en las acciones. Otro nombre alternativo del condicional es el de modo potencial, porque en ocasiones se refiere a acciones hipotéticas o posibles. Y es precisamente esta potencialidad la que da origen y forma al poema: estamos ante la posibilidad de imaginar una condición humana distinta a partir de la aparente sencillez de unos pocos versos.
Al leer Si la pausa uno puede imaginar un mundo en el que la compasión existe, como ilustra el poema “Si el dolor”; o bien, uno puede imaginar un mundo en el que la solidaridad funciona. Cito el poema “Si la hermandad” completo, a modo de ejemplo: “La guerra y el hambre/destruyen cualquier ventana/a la hermandad del mundo./ Si la hermandad fuera posible/el mundo sería una puerta/con infinidad de ventanas./ Dios no sería posible”. En estas hipótesis que plantea el poema, existe un antídoto para el dolor y la angustia, que encuentran su contraparte en la habilidad para detener la dicha efímera en el viaje, en el cuerpo, en el instante, como Fausto, que le dice a éste “detente” para salvarse.
Cercanos al aforismo o al haikú, y algunas veces a otros géneros de la brevedad, los poemas de Si la pausa plantean antecedentes que no tienen consecuencias intelectuales, sino estéticas, a partir de una revelación de imágenes poéticas. El poema “Si el fuego” muestra que es posible encontrar cosas ocultas en donde no se espera que existan, como el fuego en una sombra: “El fuego descifra la oscuridad./Si miras bien la sombra/encontrarás un fuego que incendia/tus ojos”.
Las palabras de los poemas de Si la pausa se enroscan sobre sí mismas, se exprimen, se extraen todos los significados puestas en relación unas con otras. Veamos “Si del ángel”: “No esperar un milagro/si miramos al ángel./El milagro ya es el ángel que espera ser mirado./ Si el ángel permanece/se esfuma el milagro”. Del mismo modo, podemos hallar una interrelación no sólo de las palabras, sino de la naturaleza que designan, como en el texto “Si del árbol”.
En esta misma línea expositiva quiero señalar que los poemas se desprenden unos de otros, por lo que existe un diálogo en el libro todo. Por ejemplo, “Si de lluvia” parece dar origen a “Si del ángel”, y hay un poema que resume esta interdependencia: “Si los cuerpos”, que reúne en sus seis versos elementos que han sido expuestos en poemas anteriores.
Si la pausa es un libro con un gran contenido filosófico, que reflexiona sobre el hecho de ser en el mundo. Y esta existencia exige una trascendencia que sólo es posible a través del decir, de la palabra, de la poesía, nombres que son una constante en el libro. El poema que le da título a éste es el mejor ejemplo: “De tanto cantar/el mundo gira su tiempo./ Si la pausa,/es porque el canto/quiere ser mundo de otro tiempo”.
Por todo esto, y porque es indispensable ser breve, sólo queda invitarlos a que hagan una pausa para leer Si la pausa.
Por Luis Pérez Amezcua
Si la pausa está compuesto por 35 poemas. El más largo está formado por 11 versos, y con él empieza el libro. El resto de los poemas van de los 7 a los 3 versos solamente. Esta descripción permite, de entrada, informar que Si la pausa es un libro breve. Y ya es usual en algunas presentaciones de libros, para descargo del presentador, citar el refrán «lo bueno, si breve, dos veces bueno», que aquí aplica tanto para elogio de la obra de Jorge como para mi disculpa. Por ello, mi participación se limitará a comunicar algunos apuntes sobre Si la pausa, con la única intención de invitar a su lectura. Hay que recordar que la que habla por sí misma, es la literatura.
A partir del título del libro, es posible hacer una reflexión sobre el lenguaje. El condicional —indicado aquí por el tremendo “Si…”— es uno de los modos del verbo en algunas lenguas romances. No obstante, al revisar los títulos de los poemas encontraremos que el autor nos remite casi siempre a sustantivos —es decir, a nombres— tanto abstractos como concretos: con él vamos desde el dolor hasta la brisa. Luego, el peso de del poema recaerá en los sujetos más que en las acciones. Otro nombre alternativo del condicional es el de modo potencial, porque en ocasiones se refiere a acciones hipotéticas o posibles. Y es precisamente esta potencialidad la que da origen y forma al poema: estamos ante la posibilidad de imaginar una condición humana distinta a partir de la aparente sencillez de unos pocos versos.
Al leer Si la pausa uno puede imaginar un mundo en el que la compasión existe, como ilustra el poema “Si el dolor”; o bien, uno puede imaginar un mundo en el que la solidaridad funciona. Cito el poema “Si la hermandad” completo, a modo de ejemplo: “La guerra y el hambre/destruyen cualquier ventana/a la hermandad del mundo./ Si la hermandad fuera posible/el mundo sería una puerta/con infinidad de ventanas./ Dios no sería posible”. En estas hipótesis que plantea el poema, existe un antídoto para el dolor y la angustia, que encuentran su contraparte en la habilidad para detener la dicha efímera en el viaje, en el cuerpo, en el instante, como Fausto, que le dice a éste “detente” para salvarse.
Cercanos al aforismo o al haikú, y algunas veces a otros géneros de la brevedad, los poemas de Si la pausa plantean antecedentes que no tienen consecuencias intelectuales, sino estéticas, a partir de una revelación de imágenes poéticas. El poema “Si el fuego” muestra que es posible encontrar cosas ocultas en donde no se espera que existan, como el fuego en una sombra: “El fuego descifra la oscuridad./Si miras bien la sombra/encontrarás un fuego que incendia/tus ojos”.
Las palabras de los poemas de Si la pausa se enroscan sobre sí mismas, se exprimen, se extraen todos los significados puestas en relación unas con otras. Veamos “Si del ángel”: “No esperar un milagro/si miramos al ángel./El milagro ya es el ángel que espera ser mirado./ Si el ángel permanece/se esfuma el milagro”. Del mismo modo, podemos hallar una interrelación no sólo de las palabras, sino de la naturaleza que designan, como en el texto “Si del árbol”.
En esta misma línea expositiva quiero señalar que los poemas se desprenden unos de otros, por lo que existe un diálogo en el libro todo. Por ejemplo, “Si de lluvia” parece dar origen a “Si del ángel”, y hay un poema que resume esta interdependencia: “Si los cuerpos”, que reúne en sus seis versos elementos que han sido expuestos en poemas anteriores.
Si la pausa es un libro con un gran contenido filosófico, que reflexiona sobre el hecho de ser en el mundo. Y esta existencia exige una trascendencia que sólo es posible a través del decir, de la palabra, de la poesía, nombres que son una constante en el libro. El poema que le da título a éste es el mejor ejemplo: “De tanto cantar/el mundo gira su tiempo./ Si la pausa,/es porque el canto/quiere ser mundo de otro tiempo”.
Por todo esto, y porque es indispensable ser breve, sólo queda invitarlos a que hagan una pausa para leer Si la pausa.
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