Por Rossana Camarena
Por teléfono era imposible creer que podía olerlo, pero sucedía. Mientras me dejaba conocer su voz hice un análisis del humor de su piel y pude moldearlo con la imaginación.
Quedamos en vernos, el pacto fue no llevar consigo ninguna señal más que el olor mismo, supuse con eso tendría de sobra.
Por teléfono era imposible creer que podía olerlo, pero sucedía. Mientras me dejaba conocer su voz hice un análisis del humor de su piel y pude moldearlo con la imaginación.
Quedamos en vernos, el pacto fue no llevar consigo ninguna señal más que el olor mismo, supuse con eso tendría de sobra.
Llegué al lugar, un café bullicioso repleto de todo. Me quedé en la primera mesa, cerré los ojos y permanecí así por un tiempo, filtrando todo lo que a mi olfato no le servía. Me sentí decepcionada, no capté nada parecido a lo que tenía registrado en mí, llamada atrás.
En fin, ya estaba ahí, aprovecharía para tomar algo y leer un poco. Comencé y terminé casi de tirón con el libro entero lo cuál hizo que me doliera la cabeza, una sensación parecida a esa que llega cuando tomas de un gran sorbo algo muy helado; Me llevé las manos a la cara para reconfortarme con su calor. Al obstruir el paso a las imágenes que me rodeaban saltó como una gran pelota roja UN olor: Té tibio con mezclas de jengibre, clavo, canela y piloncillo. Decidí quedarme así y esperar que llegaran más oleajes a mi nariz antes de indagar. Ese olor comenzó a mezclarse con otros provenientes de la cocina, de la barra, de las mismas mesas y conjuntos diversos que narraban historias múltiples, aún así éste flotaba como una nata sobre el ambiente. El timbre del celular me hizo deshacer la postura, contesté y escuché mientras la voz se acercaba:
Los amorosos se reconocen entre sí al primer olfato
Cuando te compartes por la nariz puedes prescindir de la vista para saborear el encuentro, dejar las manos fuera para sentir con los humores, sensibilizarnos de unos poros a otros.
El olor cambia las expresiones de cualquier rostro y es ahí donde agrada ver al olfata rastrearnos con los ojos cerrados cuando nosotros permanecemos observando con todos los sentidos abiertos.
A mí me parece que:
La sonrisa huele a fruta fresca
Los abrazos, a casa pequeña bien dispuesta
Las palabras cariñosas a mazapán
La caricia a chocolate caliente y
El beso… depende de los componentes de la mezcla previa…
Mientras él se acercaba el ambiente comenzó a oler a fruta fresca.
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