Nubes que pasan de Ernesto Flores
Jorge Orendáin
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Editorial La Zonámbula inició a mediados de 2007. Recuerdo muy bien que una de mis ilusiones era publicarle un libro a Ernesto Flores, ya fuera de poemas, de cuentos o de ensayos. Desde hace más o menos 10 años, el maestro me platicaba de sus cuentos, pero no lo notaba convencido de publicarlos porque decía que no eran textos de buena calidad. En más de alguna ocasión quise buscarlo para regalarle algunos libros y preguntarle si le gustaría publicar con nosotros. Pero la diosa Desidia no me dejaba. Afortunadamente, el azar rondó por los andares de Alma Vidal, quien nos invitó a que publicáramos el poemario El agua pasa pero el cauce queda. La ilusión de publicarle a Ernesto Flores se cumplió. Ahora, año y medio después de esa publicación, surge Nubes que pasan, primer libro de cuentos publicado por el maestro, que también tuvimos el privilegio de editar.
No está de más decir que pocas semanas antes de enviar este libro de cuentos a la imprenta, Ernesto Flores me dijo en su casa: “Sólo tengo dos últimas ilusiones: que salga el libro sobre la obra y vida de Alfredo R. Placencia que editará el Fondo de Cultura Económica, y que salga este mi primer libro de cuentos.” Desde luego, para quienes hacemos esta editorial, y sé que para Alma Vidal también, estas palabras nos dan mucha satisfacción. Estos dos libros ya están publicados.
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Tuve la fortuna de conocer al maestro Flores en su casa a finales de la década de los ochenta. Para mí ese día me abrió muchas puertas en el mundo de la literatura, además de que empecé a conocer la trayectoria y vida de don Ernesto, en especial su excelente trabajo como editor, maestro y gran conocedor de la música. Nunca olvidaré la grata impresión que me dio ver tantos discos y libros en la pared de su casa, y sobre todo la siempre amable Carmen, su esposa.
Pocos son los maestros con quienes uno se identifica en diversas facetas, tanto de vida como de oficios. Con Ernesto Flores me he identificado, y aprendido mucho, con su trabajo como editor de revistas y de libros, con su poética y con la docencia. Él quizá no lo sabe, pero constantemente recurro a observar las revistas que ha editado, con el fin de “plagiarle” algunos aspectos de diseño, de contenido, ilustraciones y demás. Pero no ha sido fácil copiarle su precisión de palabras, en sus imágenes y ritmos de su poesía. Ni tampoco ha sido fácil tener su gran talento para conversar, en especial cuando recuerda anécdotas que tuvo con grandes escritores y músicos de México, y lo mismo con sus historias de viaje.
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Los poemas de Flores se construyen con palabras precisas, llenas de cadencia y cobijadas de un tinte nostálgico. De su obra poética me gusta la brevedad, su música interna, sus símbolos y su callado decir. No es fácil señalar en pocas palabras los temas más importantes en sus poemas, pero puedo decir ahora que indaga la parte oscura del hombre, los aspectos cotidianos, personajes, infancia, reflexiones sobre la vida, una crítica a la modernidad, el amor y desamor, la nostalgia, el pasado, la esperanza, la muerte y la palabra misma.
De sus cuentos que ahora presentamos, me agrada la sencillez para narrar historias. Con pocas palabras retrata con claridad a sus personajes y espacios. La constante en estos seis cuentos que conforman Nubes que pasan, son historias que hablan de Santiago y de Tepic, especialmente. En ellas, don Ernesto nos traslada a recuerdos de la infancia donde es clara la nostalgia de aquellos ayeres. Con excepción del primer cuento, “La Guadaña”, no es complicado adivinar que las historias tienen tinte autobiográfico. Varias con finales tristes, y con personajes envueltos en infidelidades y desengaños; muchas, con un lenguaje que linda con la poesía, con un ritmo que nos envuelve en sus pausas lentas, precisas. Quienes han tenido la oportunidad de conversar largo y tendido con el maestro, sobre todo cuando recuerda momentos de su vida en Nayarit, podrán descubrir lugares y personajes que merodean estas historias.
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Muchas generaciones estamos agradecidos con Ernesto Flores por su siempre puerta abierta para recibirnos en su casa o aceptar una larga charla en algún café de la ciudad. Gracias, maestro, por compartir sus pasiones, por mostrarnos tantos caminos a través de la poesía, la narrativa, la música, los libros, la enseñanza y la investigación.
Don Ernesto es un héroe de la cultura en nuestro país por sus revistas, por el trabajo de investigación y por abrir varios caminos a las nuevas generaciones. La Universidad de Guadalajara lo nombró maestro emérito y hace tres años lo reconoció con el premio Juan de Mairena, y pocos años atrás el gobierno de Jalisco le concedió el Premio Jalisco.
Pero el mejor galardón, sin duda, es que su obra poética y narrativa y su trabajo como investigador, editor y melómano es seguida por muchos jóvenes.
Para mí es un honor ser más allá de uno de sus aprendices. Me sé su amigo.
Sin duda, es un privilegio ser parte del libro Nubes que pasan que con mucho entusiasmo apoyó Alma Vidal, coordinadora de literatura del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Nayarit.
Siempre serán muchas las palabras, anécdotas, personas y viajes que se entretejen en el pasado de una amistad. Hoy no es fácil decir tantas cosas. Pero sí es fácil extender nuestra admiración a este maestro y amigo, y a todo ese gran universo que ha construido en su vida.
Muchas gracias.
14 de septiembre, Tepic, Nayarit, 2011
Casa Mueso Amado Nervo
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