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Librería
José Luis Martínez del FCE
7
de junio, 2013
Antes de
hacer algunos comentarios acerca de este nuevo libro de Raúl, me parece
importante dar una breve explicación de lo que es un aforismo. Lo más seguro es
que al final tengamos más preguntas. Pero precisamente de eso se trata el
aforismo, de preguntar como si afirmáramos, y afirmar como si preguntáramos.
Parte 1
Varios
autores coinciden en señalar que el aforismo se
trata de un término usado en la tradición griega desde siglos antes de nuestra
era: lo usaron Hipócrates, Heráclito, Pitágoras, Platón, Demócrito, Confucio, Lao Tsé, Séneca y Cicerón. Enfatizan que no hay que confundirlos con el
haikú, la tanka, el proverbio, el pensamiento, la sentencia, el cliché, el
refrán y las máximas, ya que coinciden en su pequeña longitud. Para Raúl Aceves
el aforismo debe ser:
“interdisciplinario, multiforme, anárquico, versátil,
libre, liberador,
espontáneo, heterodoxo, asistemático, impredecible, subversivo, ligero, veloz,
punzante, regocijante, irritante, luminoso, el hippie de la lengua...”.
Raúl dice
que cuando el aforismo pretende ser autoritario o dogmático “pierde fuerza en
la medida que trata de imponer su ‘verdad’, porque el aforismo es tan sólo un
punto de vista entre los muchos posibles y en eso radica su valor: enriquece
los pensamientos sobre la realidad, abre la perspectiva [...] elude el tono
profesoral o doctrinal para distinguirse de la máxima, el proverbio y la
sentencia, los parientes solemnes de la familia”.
Irma
Munguía Zataráin y Gilda Rocha expresan que “el discurso aforístico es una forma devastadora de la crítica ya que se
constituye a partir de una nueva perspectiva sobre la realidad, para expresar y
proponer un punto de vista o una opinión que contradice y cuestiona, con argumentos
que parecen inapelables, valores, creencias y actitudes que la tradición ha
consagrado y que ha ofrecido como única respuesta a necesidades vitales”.
De esta manera, continúan,
“es posible ver en el aforismo un juego irónico pues es el lugar de encuentro
de dos puntos de vista cuya coexistencia conduce a una ruptura con los valores
establecidos [...] El aforismo se apoya en una nueva visión del mundo con el
fin de descalificar y negar, a veces violentamente, el punto de vista
tradicionalmente aceptado, y proponer otro que es presentado en forma breve y
que es tratado como si fuera una “verdad absoluta” o como una “definición”.
Aquí vale la pena recordar una frase de Milan Kundera: “El aforismo es la forma
poética de la definición”.
Es evidente que el aforismo
no puede ser sometido a la verdad o a la falsedad... y esto se debe a la “voluntad
de verdad” que es esencial en la ironía, el nuevo punto de vista se convierte
en una nueva manera de conocer el objeto al que hace referencia el aforismo”.
Esto nos remite a Karl Kraus cuando dice que “un aforismo no tiene necesidad de
ser verdadero, pero debe volar por encima de la verdad”.
Por último, las autoras ya
citadas dicen que “el aforismo es una forma de pensar y de decir críticamente,
es un discurso persuasivo [y hasta intrigante] que condensa la negación de
valores establecidos y la afirmación de un nuevo punto de vista; por lo tanto,
es un hecho de conciencia, de lengua y de cultura. Su percepción exige un
lector con la formación adecuada para reconocer —esté o no de acuerdo con la
perspectiva [...] Es tal su poder de ruptura y de persuasión que, en muchas
ocasiones, lo menos que puede hacer el lector, es guardar un silencio
traicionado por la sonrisa irónica”.
De los autores consultados, es fácil
advertir la coincidencia en relacionar la escritura del aforismo con la filosófica debido a que es producto de una reflexión sobre
qué es el hombre, qué es la realidad, qué es la verdad, cuál es el sentido
último de la vida, etc. En otras palabras, el aforismo no sólo es una
forma literaria, sino también una forma de hacer filosofía que ha sido
tradicionalmente empleada por muchos pensadores de todas las épocas.
Igualmente, el aforismo está emparentado
con el discurso poético, puesto que utiliza recursos propios de éste como son
el ritmo, el juego de palabras, aliteraciones, metáforas, etc. para producir el
efecto deseado.
Parte 2
Y bueno,
todo lo anterior es para decir que Desaforismos
es un libro de metafísica lúdica que podemos consultar a cualquier hora de la vida,
para buscar las respuestas que se nos han estado escondiendo entre tantas
preguntas; es un petardo que nos despierta los sentidos y nos agudiza la visión
interior; es una invitación a contemplar todos los mundos posibles para fincar
en ellos nuestro asombro; es la búsqueda al centro, al origen de todo, a
nuestra casa original.
Los temas
son múltiples. Sin embargo, creo es un libro centralmente filosófico que nos
bombardea con preguntas acerca del mundo interno y externo que habitamos; un
libro que nos habla del ser y su origen, de Dios, del vacío, del amor, del
tiempo, del silencio, de la muerte, de la trascendencia. Otro tema frecuente es
la relación, casi siempre negativa, que ha tenido el ser humano con la
tecnología, la naturaleza, la imaginación y el arte. En estos aforismos, las
personas, transfiguradas en cosas, necesitan pruebas de su existencia, se miran
interminablemente en el espejo, se sienten superiores a las palabras, compiten
entre sí, inventan fronteras; pero un día despertarán sorprendidas en un mundo
diferente que ellos mismos han construido.
En estas páginas los hombres y mujeres se unen
con los elementos de la naturaleza, con objetos, con lugares y animales para
enseñarnos las partes ocultas del mundo y que no nos atrevemos a imaginar.
Este libro es una invitación a navegar “hacia
mares menos mojados de realidad”, a la vez que se critica al materialismo, a
nuestra “hambre absurda de posesiones”. Desaforismos
es un espacio para dialogar consigo mismo, es la oportunidad para encontrarnos
en el mundo de todos los días; es un libro donde uno más uno siempre será
igual a uno.
Raúl siempre nos ha manifestado su gusto por
los neologismos. Sus aforismos no son la excepción: los “hipozoles”, los “calendrijos”
y las “guaramuchas” andan en este “vagainmundo” lleno de “incertilumbre” y
“esperansia”, creando significados que nos ayudan a encontrar la verdad que se
viste de metáfora, ficción y símbolo.
Raúl no se olvida de construir su mundo al
revés; ni mucho menos de regalarnos estampas poéticas, buen humor, sorpresas y
paradojas.
Él sabe que “descansar cansa”. Este libro es
una muestra más de su inagotable búsqueda de otros mundos a través de la
imaginación y la memoria, ese “órgano de la inmortalidad” que nos ayuda a volar
en el país de los símbolos. Macedonio Fernández, el “metafísico mayor de Buenos
Aires”, nos enseñó que “el ser no tiene ley, que todo es posible”. Raúl, quizá
uno de sus mejores alumnos, lo ha confirmado en estas páginas.
Gracias Raúl por ser el gran “pasajero de la
irrealidad”, por ser taoísta, dadaísta, surrealista, futurista, absurdista,
alpinista, periquetista, filatelista, y por compartirnos estas expediciones
aforísticas.
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