20130628

Submarinos de papel que navegaron por el mar de mis mejillas.

Por Karla Salazar


Hace unos días terminé de leer Submarinos de papel, un libro que estuvo bajo la coordinación de la maestra Yolanda Ramírez Michel, proyecto que apoyó Editorial la Zonámbula y que se originó del taller de Literatura Infantil y Juvenil “Viaje a la semilla”. 

Sin ver la reseña de la parte de atrás para darte una idea de lo que es éste libro, simplemente con ver la portada, dar una hojeada y alcanzar a ver un par de dibujos, se da por entendido que proviene de lo infantil, inclusive los colores te llevan a pensar eso.

Comencé a leerlo con la intención de sentir algo diferente a lo que normalmente siento al emprender la lectura de un nuevo libro, sentir distracción, extender mi imaginación en un panorama cien por ciento infantil, sentir la emoción de una nueva aventura y sobre todo, volver a mi niñez. 
En el prólogo donde se toca una parte de los autores, enseguida me imaginé a unos niños, los cuales señalé inmediatamente como autores de los siguientes cuentos.

La aventura comenzó. Con una diversidad de historias, desde la primera letra quedas atrapado, imaginando en que te pudo pasar a ti, visualizar las escenas de lo que lees, inclusive, llegar a adoptar la posición de los personajes. 

Las personas entre más crecen y se van convirtiendo en adultos llegamos al punto de ir olvidando poco a poco lo que implica la niñez, la vida empieza a traducirse en decisiones, labores diarias, obligaciones, problemas y todo en lo que puede consistir una vida complicada en la edad adulta. Entonces al leer estos cuentos surge la pregunta de cómo podrían existir pensamientos así dentro de un niño. Desde situaciones familiares, vida cotidiana como la casa, la escuela, los amigos, situaciones de aventura etc. Este tipo de situaciones en submarinos de papel bastaron para crear unas historias en las que uno puede introducirse fácilmente dejándose llevar por el niño que se trae dentro. Y la verdad es que, cuando tienes la mentalidad de un niño, todo es posible, soñar es más fácil, hacer descubrimientos se vuelven metas, y hacer todo lo que te gusta volverlo en un juego de la vida.

Submarinos de papel provocó en mí: suspiros, asombros, sonrisas, tristeza y como lo dice el título de este texto, un mar en mis mejillas. Me tomó por sorpresa puesto que aguantarte las ganas de llorar en el transcurso del camino en transporte público no es como que muy fácil, pero afortunadamente llevaba conmigo unos lentes oscuros que fueron la solución. 

Aunque para ser más específica sin menospreciar a los demás cuentos, Dos historias en particular que se apoderaron de mi sensibilidad fueron: “El más bobo del planeta” por Patricia Sanmigue y “Barcos” de Viviana Kuri. Los sentimientos transmitidos en estos cuentos son más que conmovedores ya que en el transcurso de su lectura, la imaginación se encarga de recrear una figura infantil que va diciendo en voz alta eso que siente y que llega a tocar nuestra sensibilidad.

Sin duda, los dibujos ilustrados van acompañados en su totalidad de la historia, lo que los hace más divertidos y a la vez tiernos, puesto que al terminar de leer un cuento, me era inevitable volver a mirar el dibujo.

Aunque al final de la lectura me di cuenta que los autores no eran precisamente unos niños, llegué a la conclusión de que el libro cumplió con su función y con mis expectativas, me remontó a mi niñez, me hizo volar y volver a sentir la fragilidad de mi ser.

Submarinos de papel me hizo pasar dos días agradables, entre suspiros de ternura y sonrisas sacando a flote mi melancolía.


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