FCE
Guadalajara,
20 de marzo, 2014
Jorge Orendáin
1
Tuve la fortuna de conocer al maestro Ernesto Flores en su casa a
finales de la década de los ochenta. Para mí ese día me abrió muchas puertas en
el mundo de la literatura, además de que empecé a conocer la trayectoria y vida
de don Ernesto, en especial su excelente trabajo como editor, maestro y gran
conocedor de la música. Nunca olvidaré la grata impresión que me dio ver tantos
discos y libros en la pared de su casa, y sobre todo, la siempre amable Carmen,
su esposa.
Pocos son los maestros con quienes uno se identifica en diversas
facetas, tanto de vida como de oficios. Con Ernesto Flores me he identifiqué, y
aprendí mucho, con su trabajo como editor de revistas y de libros, con su
poética y con la docencia. Él quizá no lo supo, pero constantemente recurro a
observar las revistas que ha editado, con el fin de “plagiarle” algunos
aspectos de diseño, de contenido, ilustraciones y demás. Claro, aunque he
participado en ciertas revistas de Guadalajara que han tenido cierta
aceptación, como Trashumancia y Luvina, no ha sido fácil imitarlo.
Tampoco ha sido fácil copiarle su precisión de palabras y en sus imágenes y
ritmos de su poesía. Ni tampoco ha sido fácil adquirir su gran talento que tuvo
para conversar, en especial cuando recordaba anécdotas que tuvo con grandes
escritores y músicos de México, y lo mismo con sus historias de viaje. En el
terreno de la poesía, son muchos mis agradecimientos por sus excelentes
recomendaciones: Placencia, González León, Olivia Zúñiga, Paula Alcocer, Rulfo,
Arreola, Yáñez, los poetas franceses y un etcétera largo. También no será fácil
olvidar sus atinados consejos acerca de mi obra, ni tampoco las excelentes
charlas que mantuve con él cuando trabajamos juntos en el Departamento de
Estudios Literarios y en la Sogem de Guadalajara.
No está de más citar algunas palabras que Guillermo García Oropeza
dijo del maestro:
Ernesto Flores es otro de los héroes de la
cultura y, en particular, de las letras y de la música en Guadalajara. Por
muchos años el maestro en la Universidad de Guadalajara ha sido un importante,
casi único, promotor literario. Y es por eso que lo nombro héroe de la cultura,
ya que el trabajo de la promoción literaria es uno de los más ingratos que yo
conozca y Ernesto lo ha practicado en grado heroico.
Sin
duda, don Guillermo tiene razón. El trabajo de la promoción literaria es
ingrato, pero estoy seguro que fue de los más satisfactorios para don Ernesto
porque con el paso del tiempo vio madurar a muchos escritores, editores,
investigadores y promotores literarios. Y muchos de ellos han seguido un camino
similar. De verdad, qué gusto que don Ernesto haya sido un pésimo estudiante de
odontología.
2
En
la obra poética de Ernesto Flores un río pasa cargado de imágenes, y un cauce
nos descubre variadas dimensiones. Su obra tiene diversos matices en sus temas,
ritmos, imágenes, lenguaje, recursos e intenciones. No fue un poeta de pocos
lectores, fue de aquellos que saben que la palabra poética tiene múltiples
caminos que se deben descubrir más allá de lo que captan los sentidos.
Sus
poemas se construyen con palabras precisas, llenas de cadencia y cobijadas de
un tinte nostálgico. De su obra me gusta
la brevedad, su música interna, sus símbolos y su callado decir.
No
es fácil señalar en pocas palabras los temas más importantes en sus poemas,
pero puedo decir ahora que indaga la parte oscura del hombre, los aspectos
cotidianos, personajes, infancia, reflexiones sobre la vida, una crítica a la
modernidad, el amor y desamor, la nostalgia, el pasado, la esperanza, la muerte
y la palabra misma.
Arturo Rivas Sáinz, otro de nuestros grandes
editores y críticos literarios, escribió:
Un libro de Ernesto
Flores es una plétora de formas estructurales que puede ejemplificar muchas
maneras de hechura, que por inexplicables razones no mencionan los retóricos,
ni juegan los preceptistas, ni ahora los teorizantes de las letras, pues no son
esquemas de ahora, porque lo fueron de siempre. […] Ernesto Flores —además de
otras cualidades— es un gran metaforista.
3
Muchas generaciones estamos agradecidos con Ernesto Flores porque
fue siempre puerta abierta para recibirnos en su casa o aceptar una larga
charla en algún café de la ciudad.
Don Ernesto, no es exagerado decir, fue un héroe de la cultura en
nuestro país por sus revistas, por el trabajo de investigación y por abrir
varios caminos a las nuevas generaciones.
Para mí es un
honor haber sido más allá de uno de sus aprendices. Me supe su amigo porque
siempre me ofreció un sincero abrazo y un consejo cotidiano.
4
Por
último quiero comentar que cuando inicié con el proyecto de La Zonámbula, en
varias ocasiones quise ir a la casa de don Ernesto para pedirle un libro para
publicarle. He de confesar que me daba mucha pena porque no creí que él me
pudiera entregar algún original, pues él ya había publicado en el Fondo de
Cultura Económica, en la UdeG e incluso fuera de México. Pero la vida hizo
posible que gracias a Jorge Souza y a Alma Vidal, le pudiera publicar no sólo
un libro, sino dos. Uno de poesía llamado El
agua pasa, pero el cauce queda, que Souza antologó, y su primer libro de
cuentos intitulado Nubes que pasan.
Una de las últimas veces que estuve en casa de don Ernesto, me comentó que
tenía dos grandes ilusiones: una, que el FCE editara su libro sobre Alfredo R.
Placencia; el otro, que se publicara su libro de cuentos. Afortunadamente pudo
ver esos libros. Para mí, es y será siempre un honor, entre otras cosas,
haberle publicado uno de esos dos libros. Lo digo con toda sinceridad, algo que
no será fácil superar.
Siempre
serán muchas las palabras, anécdotas, personas y viajes que se entretejen en el
pasado de una amistad. Hoy no es fácil decir tantas cosas. Pero sí es fácil
extender mi admiración al maestro Flores y a todo ese gran universo que construyó
en su vida. También muchas gracias a su familia por ser parte esencial de todo
esto.
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