20111020

Praderas silenciosas

Discurso de presentación para Praderas silenciosas
Por Jorge Ocaranza Velasco


Álvaro Luquin ( Guadalajara, 1984 )

Tiene estudios en artes cinematográficas y un amplio conocimiento de la literatura, la poesía  y la filosofía clásica y contemporánea, pero antes que otra cosa debo decir sin rodeos que su visión del mundo y su amistad han sido para mí fuente permanente de asombro y admiración, lo que acentúan el honor que me embarga al poder presentar su libro y compartir con ustedes el acto sensacional de saludar un ejemplo digno de poesía  joven.

Praderas silenciosas es la Ópera Prima de Álvaro Luquin, trabajo de grata factura que ha sido realizado con paciencia, precisión y sabiduría poética. Su trabajo es resultado de infinitas decantaciones,
reelaboraciones y podas en la forma que atienden a una delicada y feroz preocupación por el discurso literario.     

Al cruzar palabras con él, lo que sorprende de inmediato es su concepto unitario e integrador de vida y poesía. Es imposible hablar con Álvaro sin que surjan entrecruzamientos verticales y transversales de  una reflexión y una pulsión entre nociones profundas signadas por la poesía. De manera natural, surgen en su discurso reveladoras y significativas alusiones contemporáneas al pensamiento de Artaud, Gamoneda, Valery, Pacheco, Keats, Shelley, Poe, Baudellaire, Paz, Villon, también de Kawabata, Pitol, Mishima, Bellatin, Murakami. Pero tambien Zambrano, Sarte, Camus. Y por si esto no fuera suficiente, hay dentro de él destellos de música, cine y vida.

Un día de a mediados del 2009, mientras yo salía de mi departamento y le daba vueltas a la llave para salir a la calle,  me topé en medio del pasillo con la improbable presencia de un joven alto, copetudo, delgado, lentes y accesorios negros, de piel casi transparente y que de primera impresión parecía salido del centro mismo de una película de Godard. Lo que me llamó la atención fue cierta actitud muy anterior al acto verbal que no puedo sino describir como una manera muy suya de estar “frente a”  y que se manifestaba sobre todo en el hecho de encontrarse “a punto de”. La presencia de Álvaro es de aquellas que se hacen no solo sentir, sino, curiosamente, presentir y que se mantiene por mucho tiempo incluso cuando él se ha ido.
   
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Como toda presentación de libros, es ésta una invitación a la lectura. Por ello yo quisiera decir desde aquí que pasen a escuchar lo que Álvaro en sus Praderas Silenciosas ha revelado acerca de un mundo poético que gracias a este trabajo existe ahora de una manera sensible para todos nosotros.

El poemario PS se compone de 36 poemas escrito en su totalidad con un lenguaje que podemos caracterizar como preciso, culto, delicado, inteligente, pero sobre todo, sensible e imaginativo, esto es, poético.

Existe una definición del arte y la poesía que me gusta mucho y va unida a lo que aquí intento nombrar.  Es una definición que fue elaborada por formalistas y estructuralistas rusos, donde caracterizan a la poesía y al arte en general como una forma especial de pensamiento en imágenes. Pero además de este pensar en imágenes, está el goce puro del sonido de las palabras, más allá de su sentido,  mediante una articulación especialmente armoniosa de los órganos del habla. Los sonidos no son sólo algo accesorio a la significación, sino que los sonidos tienen un significado autónomo. Decir esto de lo poético, como hicieron los estructuralistas y formalistas,  no es poca cosa.


¿Hacia dónde apunta el discurso poético de Praderas Silenciosas? Para contestar esto, hemos de preguntar directamente a los poemas y al libro mismo, y una forma de hacerlo es acudir a las resonancias simbólicas de sus palabras titulares.

La obra clásica El Diccionario de los símbolos de Jean Chevalier y Alain Gheerbrant, nos dice que el  silencio y el mutismo tienen significación harto distinta. El silencio es un preludio de apertura a la revelación, el mutismo el cierre a la revelación, como rechazo o como castigo. Además, nos informa: El silencio abre un pasaje. El mutismo lo corta.
          
           Según las tradiciones hubo un silencio previo a la creación y al final de los tiempos habrá el silencio. Es decir, que el silencio envuelve los grandes acontecimientos, mientras que el mutismo los esconde. De aquí parten  las díadas Silencio-Grandeza y Mutismo-degradación.

Otro hilo de interpretación para el silencio lo constituye la visión monástica que concibe el silencio como un ritual de gran ceremonia. Dios llega al alma de quien hace del silencio una fortaleza, pero hace enmudecer al que se disipa en charlas... Es importante lo que hablamos, lo que callamos y, en especial, la conciencia de ese silencio que rodea y preludia el acto mismo del nombrar.

Praderas silenciosas tiene todas estas resonancias del silencio, unidas a las que desencadena en nuestra mente y nuestra imaginación la noción de espacio. Un espacio que se extiende en el silencio hacia todos los sitios, internos y externos. Un espacio (esas praderas) que en espiral se desarrollan en medio del silencio que precede al acto poético.        

¿Cómo se articula el contenido del PS? En cuatro secciones y un exordio, se alinean diferentes momentos del discurso poético, el cual transita impulsado mediante cierto fraseo rítmico caracterizado por verso de métrica libre  en donde alternan frases poéticas de verso único, verso pareado, tercetos, cuartetos quintetos y sextetos, con una clara preferencia estadística por las frases de verso pareado, los versos únicos y los tercetos, en ese orden.

Las secciones son:

Exordio / 6 poemas
Sombras / 15 poemas
Sólo la luz, el silencio / 15 poemas
Comportamiento (actual) de especies extrañas / 10 poemas.

Solo en la última sección se añaden, a manera de claves semánticas, título a los poemas.

En la apertura de Praderas silenciosas, encontramos una cita que señala la clave de lectura para el poemario. Un acorde musical, la luz, la memoria, blanca locura. En el primer verso la memoria nos advierte de la presencia de una calma violenta en los recintos a los que vamos a entrar. Es a la vez una invitación y una advertencia.

Siguen a la cita seis breves y bellos poemas en donde aparecen revelados los sujetos poéticos que habitan el universo de estas praderas.

La memoria
apagados muros
la violenta calma del hospital dormido
la roja espuma de la herida
la bata blanca volando
marchitos laberintos
extrañas circunstancias
puertas
Jerusalén hospitalaria
la cruz de la sala
el pabellón más claro del otoño
el silencio de las navajas
el ángelus del cuerpo
las manos
los cabellos
la cánula
la sábana
nubes enfermas
la noche
el aroma
la región
mi voz
la frialdad
lágrimas de la realidad borrosa
los terrenos de la furia
la razón enardecida
cielo
repeticiones de lenguas
jardines líquidos del crepúsculo
golpes de castigo
delito postergado
grandes ojos de aluminio
toda idea en su esplendor
yo
claridad de mi locura
confusión de los espejos


Estos sujetos articulan su ser actante mediante un verbo en tiempo presente.

Abren-arden-acarician-sacan-desaparecen-llegan-adelantan-congelan
Recuerda-indica-resbala-arrastra-calla-
Permanezco-ardo

Entre este preámbulo y el poema final, se elabora de manera orgánica un discurso que no permite la indiferencia y que nos cuestiona acerca de las capacidades de la poesía para nombrar aquello que se nos escapa de otro modo con el lenguaje no poético. En el último poema, “Laureles Enfermos”, Álvaro recupera un verso en donde Antonio Gamoneda dice: Recuerdo el día en que los caballos aprendieron a llorar. A partir de ello, Luquín nos propone la imagen de la noche fría. Cuando el silencio se transforma en mutismo. La imagen de la noche fría del fin de los tiempos. Ahí dice:

Ignoro si los enigmas
los laureles enfermos
los niños desbocados
dieron
la orden de callar al mundo.

Esto es solamente un pálido preludio de lo que contiene el libro, ya que no puedo ni quisiera intentar agotarlo, ni debo gastar tiempo para la lectura que en realidad importa, la que hoy nos convoca, la lectura de poemas del autor de estas Praderas silenciosas.

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