20100425

Tortícolis

Por Rossana Camarena

Yo
Acurrucada en tu tortícolis
profunda y lagunar
esparcida en tu meceo
de ramas albergueras y pájaros parlones
Estoy
Indiscripta en discresora apariencia
atrapada entre las garruñas de un esparpajo distraído y lento
crédula de tus palabras dulcidiotas
que provocan riasirme al computador
Aquí
Taconeo dacto habilidoso
en danza adolescentil se prolonga
y arroja floratiles reseñas
en el cubretesta cerebral de las despedidas

Fantasmero espíritu que viaja
en balsas madereras de un verde arboreo
sobre torrenteaguas sanadoras
para almas insondables
Dónde
Permeado de vulneravilidosa esgrima
empapado en juventil sangre
en el segmento minutero
de redobles tiempales
Yo estoy
Aquí tú
Dónde
Luchantes persistibles en la cotinada vida

20100421

La Zonámbula en la Feria Municipal del Libro-Guadalajara

-Fulana de tal, de Lisi Turrá. Miércoles 5 de mayo, 18 horas en el Andador Pedro Loza.

-Unir la nada, de Javier Verea. Lunes 10 de mayo, 19 horas, Palacio Municipal.

-Sueños imperfectos, de Roberto Ascencio. Miércoles 12 de mayo, 19 horas, Palacio Municipal.

-Si no tardas mucho, te espero toda la vida, de Jorge Castellanos. Viernes 14 de mayo, 19 horas, Palacio Municipal.

Expatriada tropical

Por Michelle Lorena Hardy

A mi esposo

La primera vez que abrí los ojos, lo vi.
Era ese verde intenso, enorme
tan común como yo, como mi mamá, como mi papá.
Crecí verde.

Se me pegaron al cuerpo las hojas, los árboles
la abundancia vegetal.
Me creció verde el alma y era normal, para mí.

Yo pensaba que todos los humanos éramos verdes
que todo el planeta era verde.

Hasta que conocí el gris, me monté en un avión
y wuuusshh! Llegué al gris.
Gris de calles, de edificios
de miles de años de historia, de civilización.
Era el gris de París.

Luego conocí el amarillo, ese amarillo ocre
antiguo como un pergamino.
El amarillo del Renacimiento
el de Florencia.
Y yo verde en el gris, verde en el amarillo.

Luego conocí el rojo
con todas sus tonalidades deslumbrantes.
Conocí el otoño en Nueva Jersey.
Después vino el blanco
ése que había visto en televisión
aquél que cae del cielo en forma de nieve.
Y yo verde en el rojo, verde en el blanco.

Después me encontré, frente a frente
con ese verde restringido por una camisa de fuerza.
Era verde, pero no era como el mío
mi verde era libre y éste era de mentira, de plástico.
Era el color de Miami.

Luego conocí el color sucio, el que no tiene nombre.
Conocí Milán.
Y yo verde en el plástico, verde en el sucio.
Luego volé a la tierra del tequila
y conocí el marrón y el azul.
El marrón de la tierra seca
el azul de los campos de agave.
Y yo verde en el marrón, verde en el azul.

¿Era yo todavía verde?
¿Todavía tenía pegados los árboles, las hojas?
Sí, pero también tenía una piedra gris,
un punto amarillo, una hoja roja,
un copo de nieve, una palmera de plástico,
un pedazo de grafiti,
un puñado de tierra, una penca azul.

Cada vez me costaba más encontrar mi color verde.
Y de repente me acordé que hacía mucho tiempo
había mezclado en un gran caldero
todo ese verde donde nací
y que lo había concentrado
en dos hermosas cápsulas.
Una noche, hace unos años
las metí en tus ojos.

Así que hoy corrí a buscarte
pues necesitaba sentir el verde.
Me sonreíste
tus ojos brillaron.
Se iluminó la habitación.
Era el color de Venezuela.

Retratos de familia

Comunidad y Cultura Local

Retratos de familia
El Occidental
21 de abril de 2010

Wolfgang Vogt

La familia es un tema central de la literatura de todos los tiempos. Pensemos por ejemplo en grandes novelas de la literatura moderna como "Los Buddenbrook" de Thomas Mann, "La saga de los Forsyte" de John Galsworthy o "Los Thibault" de Roger Martin du Gard. Se trata de obras voluminosas que cuentan la historia de una familia. Mann describe con melancolía la decadencia de una rica familia de comerciantes del Mar Báltico que tiene mucho en común con la suya propia. Se nota que le tiene cariño y que le duele su decadencia. En cambio, su contemporáneo Kurt Tucholsky en uno de sus artículos satíricos critica a la familia como algo nefasto. Cita al sociólogo Georg Simmel, según el cual "nadie puede hacer tanto daño como el miembro más próximo de la casta, ya que conoce exactamente los puntos más débiles de la víctima. Se conocen demasiado para amarse y no suficientemente bien para agradarse". Tucholsky concluye su ensayo en tono pesimista con las siguientes palabras: "Toda la juventud de hoy... sufre bajo la férula de la familia. Y luego cada uno funda una y hace exactamente lo mismo".

En la literatura mexicana Rosario Castellanos trata el tema de la familia en su libro "Álbum de familia", en el cual describe la situación de la mujer mexicana en la sociedad tradicional y en círculos sociales y progresistas. En la Feria Internacional del Libro 2009, la joven autora austriaca Andrea Grill (1975) presentó su libro "El tío amarillo. Un álbum familiar", publicado en Salzburgo en el año 2005. En esta obra que es su primera publicación nos describe la autora a algunos miembros de su familia. Tal vez el más interesante y enigmático es "El tío amarillo", que da el título a todo el libro. Hasta el momento sólo de este cuento existe una traducción al español. Lo encontramos en la antología "Escritores contemporáneos de Austria" compilada por Elfriede Hammelmüller y Luis Medina y publicada por la editorial tapatía La Zonámbula de Jorge Orendáin en noviembre de 2009.

El tío era un hombre simpático, quien nunca se casó. Le gusta la ropa elegante y siempre vestía de manera impecable, porque esto se exigía, como decía él, a un empleado de banco. Vivía en la capital y la autora sólo lo veía cuando estaba de visita con su madre en el pueblo, donde lo visitaba con frecuencia. Allí lo sorprendió a veces planchando sus camisas: "El tío fue el primer hombre al que vi planchar. Parecía que se divertía haciéndolo. Sí, evidentemente lo disfrutaba". A la narradora le hubiera gustado visitarlo en su departamento de Viena, pero nunca la invitó. No se sabía nada de su vida en la capital.

Un día el tío se puso amarillo. "Su rostro no se tornó gris, como el de los enfermos cuando ya no salen al aire libre y la oxigenación de su piel disminuye; no, él se puso amarillo, no amarillo limón, sino del color de un plátano que ha permanecido mucho tiempo, demasiado tiempo en el refrigerador y que ahora está lo suficientemente maduro para comerlo. A partir del momento que se puso amarillo, solamente lo vi algunas veces. Él ya no quería ver a nadie, al menos a ningún integrante de la familia". Un día llega la noticia de su muerte "súbita e inesperada". Después se descubre que el tío vivía en su casa de Viena con un hombre, porque era homosexual.

Casi todos los parientes de la narradora tienen ciertas manías que los convierten en personajes pintorescos. Una de sus dos abuelas se subió hacia los ochenta años a su bicicleta con motor. "A veces se caía, se fracturó la pierna o se torció la rodilla. Pero la abuela era un indio y para ella el dolor no existía. Se volvió a levantar y con la pierna rota regresó en moto a la casa. Después de haberle preparado al abuelo la comida, subió de nuevo a la moto para ir al hospital".

El libro de cabecera de la tía Lulja, que vivía en Albania, era una novela de E.M. Remarque, autor de "Sin novedad en el frente". El personaje principal de la obra suele pedir en los bares de París "calvados" que la tía describe como "un licor especial, destilado de manzanas y de un sabor maravilloso". Toda la vida sueña con "calvados" que en Albania es tan caro que ella no lo puede pagar. Un día su sobrina la invitó al mejor hotel de Tirana, pero ella no pidió "calvados", sino que se conformó con un café. No quiso que su sueño se convirtiera en realidad.

A diferencia de Kurt Tucholsky, Andrea Grill se identifica con la familia y está convencida de que no pasó de moda. Piensa que necesitamos a los familiares a pesar de todos los problemas que nos causan. Es cómodo echarle la culpa de nuestros fracasos a la familia. Pero también es agradable poder recurrir en cualquier circunstancia a miembros de la familia que nunca nos rechazan. Según Andrea Grill, lo que nos queda en la vida es la familia.

Después de "El tío amarillo" publicó dos novelas en 2007 y 2008, donde aplica técnicas narrativas más complejas que en su primer libro. Ahora ya es una narradora reconocida. Cuando platiqué con ella en la FIL 2009, me dijo que le tiene un cariño especial a "El tío amarrillo".

Andrea Grill es una narradora que se abre al mundo. Viaja mucho y ha vivido en diferentes partes de Europa. Domina muchos idiomas y traduce del albanés y holandés. Esperemos que un día se publique una traducción española completa de su álbum familiar "El tío amarillo".

20100418

Sueños imperfectos

Comunidad y Cultura Local
Los laberintos de "Sueños imperfectos"
Foto: Archivo.
El Occidental
24 de marzo de 2010
Andrés Amescua A través de esta serie de cuentos y narraciones cortas que rozan la poesía, el autor nos lleva por laberintos construidos de palabras que nos pierden de vista el final del camino ya trazado, cuando de pronto ¡plas! nos estrellamos con el duro concreto que significa la realidad y la condición humana de unos personajes inmiscuidos en unos sueños imperfectos. Si la vida es concebida como un sueño, tal concepción oculta ya en sí una idealización de la vida misma; la concepción de la vida se vuelve meramente positiva, es así como el sufrimiento y la violencia que en la realidad abundan, no alcanzan el ámbito onírico. Cuando queremos escapar de la realidad cotidiana de nuestro acontecer en el tiempo, inmediatamente acudimos a los sueños, porque ellos implican una idealización de nuestro ser en esa realidad. Es en este sentido que podríamos entender a los sueños como perfectos, ya que nos liberan de las cadenas que regulan nuestra existencia en el tiempo y nos vuelven seres meramente potenciales; en el sueño podemos ser lo que queramos ser, en ellos existe una armonía de nuestro existir, tal que la existencia se torna un sueño cuando va perfectamente acorde a nuestra voluntad, es decir, cuando el deseo se cumple sin mayor obstáculo la vida se vuelve un sueño. Sin embargo, nuestro autor nos va descubriendo lo crudo de la realidad palabra tras palabra, cuento tras cuento; la vida no es un sueño para todos, y si lo fuera sería un sueño imperfecto, una vil pesadilla para los que sufren la violencia de la circunstancia que les tocó vivir; los constantes abusos sexuales que sufre un niño en su infancia por parte de un sacerdote y su posterior venganza en la edad adulta ("Serpientes y escaleras") nos muestra una concepción cruda de la realidad que nada tiene que ver con una visión positiva de la vida. Y sin embargo, no es ahí donde mantiene la fuerza de su narrativa el autor, sino que el hilo dramático es tensado en gran parte por el estilo poético-narrativo del autor. Sus caminos son caminos insospechados que en un punto se vuelven difíciles de comprender, pero al final se ve una luz, que llegados al punto nos golpea el rostro como los rayos de un sol veraniego; o como el jab de un boxeador en plena efervescencia de la pelea, nos aturden sus finales porque develan el plan preconcebido de aquella lírica salpicada de imágenes, véase lo bien logrado de este efecto en "Unos ojos, un veneno" que da cuenta de las intenciones asesinas de un niño, o la bien lograda "Aurora boreal" que trata la violación de una infante, por nombrar algunas. Son narraciones que dejan un amargo sabor de boca por su crudeza, pero que a su vez nos dota de un gozo estético por su prosa poética siempre bien llevada "Tentado a mover los sueños", "Un tenue reflejo", "Espuma", la desgarradora pero no menos ingeniosa "Estado perfecto", en la cual contrapone y alterna los puntos de vista de los personajes; "Fuegos artificiales", "Lo que cabe en un parpadeo", "Tornasol" y muchas otras historias que componen este libro, son una muestra de la brillante capacidad literaria de Roberto Ascencio.

Nota de Prensa

Comunidad y Cultura Local
Apuntes a la literatura austriaca contemporánea
Foto: Archivo.
El Occidental
7 de abril de 2010

Georg Oswald

En 1981, cuando fue otorgado el premio de literatura más prestigioso al escritor Elias Canneti, quedó en duda si el premio lo había recibido un escritor búlgaro, suizo, inglés o austriaco. Canneti, de familia judía sefardita, nació en Ruse, Bulgaria, vivió en Viena, Inglaterra y Suiza, donde murió. En 2004, cuando se le otorgó el premio Nobel a Elfriede Jelinek, era más claro que se le estaba otorgando a una autora fácil de catalogar como austriaca. Un periódico expresó su alegría con el título "Premio Nobel a escritora de Alta Estiria".

El intento de nacionalizar la literatura fracasa en la estrechez de su propia definición. La postura estética en la obra de Jelinek no representa un fenómeno aislado en la literatura austriaca, está profundamente arraigada en la tradición que toma una posición crítica acerca del uso del lenguaje y así parece que la obra principal de Jelinek es un trabajo literario duro, que critica la hipocresía con metáforas que le permiten crear nuevos contextos para descifrar el uso falso del lenguaje. Elfriede Jelinek es la conciencia que denuncia a los asesinos de Oberwart, lugar en el sureste de Austria, donde en un ataque racista estalló una bomba y mató a cuatro gitanos. La conciencia que denuncia las carreras fáciles de actores de teatro con historias escondidas, olvidadas del nacionalsocialismo. Una cronista del Austria actual que tardó demasiado tiempo para confrontarse con su dictadura cristiana-social y luego enfrentarse con el nacionalsocialismo.

No hablaremos de Karl Kraus, de Hermann Broch, de Robert Musil o de Ingeborg Bachman, los clásicos de la literatura austriaca del siglo XX. José María Pérez Gay les dedicó a estos escritores un libro muy valioso con el título "El imperio perdido". Dejemos de lado a Thomas Bernhard y Peter Handke, los dos, punto de referencia, si hablamos de la literatura de la segunda mitad del siglo XX, de este país. El primero encontró su estilo exagerado, muy radical y propio: el detector de lugares inhóspitos y de personajes aislados, enredados en sus monólogos. El segundo desarrolló nuevos estilos y perspectivas para su trayecto literario: tomó ferozmente posesiones dudosas en la guerra de ex-Yugoslavia con una imagen idílica de los serbios, posición opuesta a las imágenes de la prensa. La literatura austriaca hoy en día se caracteriza por su diversidad, por su heterogeneidad, por sus múltiples enfoques. Cada intento de resumir los logros literarios actuales ha sido insuficiente por omitir tantos autores que no pueden ser definidos por tendencias generales y excluyentes.

No voy a profundizar, pero por lo menos mencionaré los textos de migrantes en Austria que debido a acontecimientos personales, políticos o económicos llegaron a este país. En los textos de Dimitré Dinev, Radek Knapp o Julya Rabinowich se reflejan las experiencias de una orientación nueva, una confrontación con lo inesperado en el nuevo entorno del personaje.

El germanista italiano Claudio Magris intentó mostrar una característica de la literatura austriaca con su libro "El Mito Habsburgo en la Literatura Austriaca" de 1963. Su hipótesis acerca de la monarquía que acabó en 1919 tenía mucha influencia en la literatura. Incluso muchos años después de su caída encontró simpatías, pero también críticos que hicieron hincapié en los textos y autores que no siguieron el esquema escapista que sostiene Magris. El escritor y ensayista Robert Menasse, en los años ochenta dio clases de Literatura Alemana y Austriaca, en Brasil, inventó la estética de colaboración social (Sozialpartnerschaft) de la literatura austriaca, quiere decir que la situación política se caracterizó por una búsqueda de neutralizar conflictos de intereses fuera del parlamento en juntas privadas entre representantes de empleados y patrones. Y también a esta hipótesis se le reprochó una manera demasiado fácil de igualar literatura y política. Lo que sí es cierto es que el horizonte temático de la literatura austriaca se amplió notablemente en los últimos veinte años.

Los escritores de esta antología representan un corte en la literatura contemporánea y sí es cierto que es un corte pequeño. El de mayor edad, Christoph Janacs, se concentra en la narrativa y en la poesía. Durante varios años enfocó su preocupación artística en la temática de México destacando el interés por lo mítico del mundo precortesiano. Son dos sus libros de prosa con que trata el mundo mexicano: "Der Gesang des Coyoten" (El Canto del Coyote) y la novela "Aztekensommer" (Verano azteca). La temática es semejante: los lectores que conocen ambos textos van a reconocer el conjunto de cuentos como los "best of" de la novela publicada poco antes. Janacs busca conectarse con la poesía latinoamericana actual, usa pocas líneas con sentencias de reflexión general. Es un lector atento desde Octavio Paz hasta Roberto Juarroz y también es un promotor de sus obras publicadas en alemán.

Thomas Stangl es un narrador de 43 años que logró asombrar a los críticos con su novela "Der einzige Ort" (El lugar único), un voluminoso acercamiento al descubrimiento que hicieron los primeros europeos de la ciudad Tombuctú en África del Oeste. Fueron dos hombres los primeros en su intento de lograr entrar a esta ciudad fabulosa, y secreta. Dos figuras con motivación distinta, un francés y un escocés, pero en lugar de desarrollar el tema como novela de aventuras, las más de 400 páginas se dedican a la expectativa, al tiempo de esperar, a permisos, posibilidades, oportunidades de llegar hasta esa ciudad. Un trastorno cultural que exige del lector dedicación y que, ejerce una atracción particular a través del lenguaje:

"Voces se despegan del silencio o del ruido en que estuvieron escondidas, del que siempre se sentían atraídos, historias, fragmentos de historias, no destinados para nuestras oídos, no están contadas en nuestro idioma, un hablar que va a través de los siglos y se pierde en los siglos. Un hablar cortado por sonidos agudos, pero si no (una tos, un dolor agudo en la profundidad del pulmón) nos quedaríamos ciegos, sordos sin poder ninguno." (p. 6)

No tiene muchos antecedentes en la literatura austriaca, se puede pensar en el narrador y traductor de Quevedo, Wilhelm Muster con su novela "Der Tod kommt ohne Trommel" (La muerte llega sin tambor) sobre un Camerún ficticio con los poderes soñados de la monarquía de los Habsburgos. Pero la novela de Stangl dejó atrás casi por completo el contexto austriaco, se inscribió a una literatura o temática universal y existencial. Thomas Stangl tiene hasta ahora tres novelas publicadas -sus dos mas recientes con una temática vienesa- y ha recibido prestigiosos premios.

Muy austriaca desde mi perspectiva es la trayectoria literaria de Franzobel, pseudónimo de Stefan Griebl. Él es un escritor austriaco profundamente metido en la tradición crítica del lenguaje desde Johann Nestroy a Karl Kraus. Su afán de jugar con las expresiones, de dejar llevarse por la fantasía, las asociaciones, la digresión, es casi sin límites. Tiene algo del humor del escritor alemán Jean Paul y la alegría y lo temerario de "Gargantúa y Pantagruel". En su novela "La fiesta de las piedras o el cuarto milagroso de la excentricidad", un pícaro austriaco invade a la Argentina de los años cincuenta y vive sus aventuras grotescas. Franzobel es un escritor que ha publicado hasta ahora, según el indice de wikipedia, 34 libros, entre cuentos, obras de teatro y novelas. También toma la palabra para acusar las malas condiciones e hipocresías de la sociedad austriaca. Se puede pensar que Franzobel es un escritor poco traducido por su sensibilidad al lenguaje local. Pero su página web oficial enumera y muestra evidencias desde el farsi, inglés, francés, japonés, eslovaco, polaco y también tres textos en español (Kafka, Scala y Messia). También deja pasar por su triturador de carne verbal los temas clásicos históricos de Austria desde el príncipe Rodolfo que mató sangrientamente a su novia y se suicidó enseguida, hasta la prostituta Josefine Mutzenbacher y la princesa inglesa Diana. Su ensayo más reciente "Österreich ist schön. Ein Märchen" (Austria es bello. Un cuento de hadas) toma el caso conflictivo de una familia de refugiados albanesa del Kosovo en su odisea entre expulsión, apoyo y la amenaza de suicidio por parte de Arigona, la hija adolescente de 15 años.

Andrea Grill empezó su carrera literaria con un tomo de cuentos, un álbum familiar en que cuenta anécdotas de personas que van más allá del concepto autobiográfico, también el vecino pertenece a esta familia imaginada, destaca el tono fresco, las comparaciones inesperadas, originales y brilla un horizonte que va más allá de los límites geográficos de Austria. Andrea Grill es una escritora con ese trasfondo trashumante, vivió en Italia, Albania, en Sardinia, hizo su doctorado sobre la evolución de las mariposas, también traduce del albanés. Su novela más reciente, "Tränenlachen" (Reír llorando), bosqueja sutilmente en forma de cartas, los roces y acercamientos de una relación entre un joven albanés y una austriaca.

Rosemarie Poiarkov recibió la atención de los críticos por un libro de cuentos de amor y desamor "Eine CD lang" (Mientras suena un CD). Son nuevas facetas del encuentro-desencuentro amoroso en sus relatos. Lugares que puede descifrar el lector atento. Música, alcohol y antros crean una atmósfera propia en que muchos quieren reconocer lo que en Alemania se acostumbró a nombrar como literatura POP. Su cuento largo "Wer, wenn nicht wir?" (¿Quién, si no nosotros?) profundiza en el luto y sentimientos mixtos por la muerte de la abuela de la protagonista. Es un texto que se inscribe entre los diferentes mundos de las generaciones y entre la vida entre provincia y capital.

20100414

Camilo

Por Iskra


Cuando Camilo escuchó el timbre de su casa no se imaginó que la vida le cambiaría en el segundo que decidió atender el llamado. Dejó de lavar los trastes para asomarse por el ojito de la puerta, la figura detrás de la mirilla era su vecino. Levantó la mano a la altura de la chapa y cuando la sintió en la palma la giró lentamente. Lo que le vio sosteniendo a su vecino le sacudió hasta los intestinos. Era algo que le recordó cuando tenía diez años y a fuerza de desobediencia cogió la bicicleta con un balde para salir a robarle naranjas a su vecino. La fechoría habría resultado bien a no ser porque el manubrio cargado con el peso de las naranjas desvió la bicicleta a una zona empedrada, lo único que Camilo recordaba era que abrió los ojos y vio un par de dientes regados con un caminito de sangre que salía de su boca, el balde rojo tirado y todas las naranjas regadas. Aparte del dolor de la boca se sumó el dolor del cuerpo consecuencia de los chicotazos propinados por su madre, frente a ese balde rojo recargado en la pared que parecía que estaba mirando. Para Camilo la pérdida de los dientes no tuvo tanta importancia hasta que los niños comenzaron a llamarlo chimuelo, y más cariñosamente “el Chimas”, apodo que crecería con él. A decir del dentista los dientes que perdió eran el incisivo central izquierdo y el incisivo lateral izquierdo, ambos superiores. A falta de dinero su madre solo pudo pagarle el implante del diente incisivo central para que hablara sin sentir vergüenza. La ventilación de la boca creció con él igual que las burlas y los apodos. Avergonzado por su falta de diente Camilo dejó de sonreír y hablaba lo necesario, por eso cuando entró a trabajar de peón en una construcción se sintió seguro, pues mientras trabajaba no hablaba y al ver a sus compañeros albañiles de tan variadas desproporciones, su diente inexistente dejaba de preocuparle. De peón, Camilo pasó a ser media cuchara, luego cuchara y después albañil, en esa categoría logró construir una pequeña casa en un barrio popular, lo primero que le acondicionó a su pequeña posesión fue el timbre, timbre con el que ahora su vecino de al lado llamaba.

- Te regalo este balde.- fue lo que Camilo le escuchó decir – Te puede servir para tu ropa, para el agua, para trapear y hasta para remojar los pies.

El vecino esbozó una sonrisa y se retiró. La sorpresa fue tan grande que Camilo no atinó a decir nada y se quedó ahí parado sosteniendo el balde unos minutos, sin atreverse a entrar y sin atreverse a dejarlo ahí afuera.

Cuando la reacción llegó de golpe a la mente de Camilo, cerró la puerta y observó al nuevo inquilino. Era un balde corriente, rojo, claramente usado, lleno de manchas de pintura.. Cómo era posible que le regalaran algo tan feo y para acabarla usado, ese vecino no tenía vergüenza, como ya no le servía, creyó mejor regalárselo que esperar el camión de la basura. ¡Ah! Méndigo vecino, pero él, Camilo lo tiraría en cuanto pudiera.

Al talan talan, Camilo agarró el balde y salió hacia el carretón de basura. Lo primero que se encontró fue la mirada interrogante de su vecino, Camilo sonrió disimuladamente y cuando el basurero le preguntó que si el balde lo tiraría, solo respondió un “No”, que convenció al vecino pero no a sí mismo.

- Salí a mojar la calle.- Fue lo único que atinó a decir.

Los días pasaban unos tras otro y Camilo no se podía deshacer del balde, el vecino siempre estaba presente en la escena del próximo crimen y siempre eran las mismas excusas: “Traía la ropa. Les eché agua a las plantas. Transporté naranjas”. Una serie de absurdas respuestas. Mientras tanto ahí estaba el balde rojo, cínico, retador, burlándose en su cara.

Camilo casi cada noche soñaba que se encontraba ante un sacerdote azteca al que le ofrecía al nuevo inquilino. Cuando llegaba la hora del sacrificio entre burlas escuchaba “Chimas” repetidas veces y luego risas, muchas risas. Camilo despertaba sudando.

- ¿Está loco? Idiota.- Un transeúnte le gritó cuando soltó una patada al aire. Camilo lo miró con ojos de perro rabioso, “Y ese pendejo qué.” La patada que Camilo soltó era a ese balde que hasta en la calle lo seguía, ya oía el rechinar del plástico contra el asfalto del bulto rojo detrás de él. No sólo lo seguía en la calle, se aparecía manejando camiones, taxis, autos, bicicletas, patinetas, todo lo que tuviera ruedas. Un grito fue lo único que oyeron las personas en la calle cuando Camilo salió corriendo en una carrera frenética. “Chimas, Chimas, Chimas”, sólo eso escuchaba Camilo y muchas, muchas risas.

Cuando Camilo llegó a su casa cogió el martillo y cerró la puerta del patio para que el balde no pudiera escapar. Levantó el martillo y con fuerza lo estrelló en el plástico hasta que el cansancio de los brazos lo venció. Tomó de su bolsillo unos chicles en forma de cuadritos blancos, masticó el borde de uno y lo adhirió a la encía del diente inexistente. “Ves, no estoy chimuelo. No soy Chimas, así que cállate, cállate.”

Camilo no supo cuánto tiempo le llevó cavar un hoyo en el patio para enterrar los restos del balde hasta que un timbrido lo despabiló. Abrió la puerta sin mirar por el ojito.

- Hola vecino. Se acuerda del balde que le regalé. ¿Me lo podría prestar un momento?

Los puños de Camilo se cerraron instintivamente y antes de que lo decidiera ya estaban contra la cara del vecino. Si lo tiró o no con el golpe a Camilo no le importó, tampoco le importó que el viento golpeara su rostro en esa carrera frenética sin rumbo, mientras atrás de él cada vez más lejos escuchaba, “Chimas, Chimas” y muchas, muchas risas.

20100413

Eres mi razón de ser

Eres mi razón de ser

Por Denise Montiel


balbuceaba ella a su marido, segundos antes de unir sus labios a los de Morfeo, y se durmió.

le dijo la copa al vino, y se evaporó bajo el murmullo gris del chorro del fregadero, bajo la sordera de la noche, bajo el silencio –quedo- del cielo.

le dijo la lengua al corazón, y se ensopó su cuerpo con el olor del vino que flotaba sobre la mesa.

le dijo la baba al estómago, y se deslizó entre el concierto y los olores de los dientes al tronar contra el ajo.

le dijo la cuchara al plato, y se detuvo a observar cómo una mosca se paraba frente a ella para desfigurarse toda en su cóncavo universo.

le dijo la pluma al papel, y se perdió un día entero en el bosque de cristales arriba del secreter.

le dijo la lámpara al libro, y se apagó para mirar la escena del papagayo y la hoja –anunciando el sereno- detrás del cristal.

le dijo la trabe al techo, y se durmió. Y en el sueño soñó ser la proa de un barco salida de un tronco de un viejo baobab.

le dijo la maleta al saco, y se abrió completa para recibir el fresco de la mañana.

le dijo la escoba al piso, y enroscó sus cabellos entre el polvo y la hojarasca tendidos en el zaguán.

le dijo la maceta al romero, y calló ensimismada frente al musgo del jinicuil.

le dijo la fuente al agua, y lloró de alegría al ver su reflejo en los ojos de un niño que se vio reflejado en el agua, gigante, junto a un avión.

le dijo la rana al príncipe, y se fue brincando entre la sombra de una flauta y las huellas de un ratón.

le dijo la gallina al gallo, y se esfumó entre cojines y edredones buscando sus raíces.

le dijo la vaca al toro, y se tendió sobre el pasto para admirar de cerca a la tierra engullendo los cientos de hormigas anunciando el trueno.

le dijo la rama al tronco, y se estiró un milímetro rumbo al silbido del acantilado.

le dijo la balsa al océano, y se fue tras el viento impulsada por los ecos, vueltos olas, de la barca de Noé.

20100405

Sin importancia

Por Carlos Suárez

Hola, soy Juan, y soy esquizoide, ja, ja, bah; a poco no parezco los de las juntas esas de anónimos. Pues sí, eso dice mi psicólogo, que soy Juan y soy esquizoide, ¡hola!
Ahora debo hacer un diálogo interno, ja, ja, bah, mejor lo hago externo ¿para qué? ¿para que me oigan? No, porque quiero ¿por qué quiero? Porque creo que debo querer ¿o no?
De acuerdo, de acuerdo, mejor lo hago interno, no vaya a ser que si me rebelo ya no reúna los rasgos del esquizoide y recuerden, yo soy Juan, y soy esquizoide, ja, ja, bah.
Espermatozoide, humanoide, mongoloide, negroide, esquizoide, todo suena como a medias, como parecido a algo que no es, como casi algo, pues; espermatozoide: casi casi un ser; humanoide: casi humano; mongoloide: casi mongol; negroide: casi negro; esquizoide: casi… ¿esquizofrénico? No sé, pero todo parece que ni siquiera llega a ser lo que se pretende ser ¿es bueno? ¿es malo? No importa, así es ¿me duele? Cómo creen.
Que no siento ¿que no siento? ¡Qué, no siento y qué! puedo no sentir, total ¡hola! soy Juan, y soy esquizoide, ja, ja, bah.
Ya tengo dos padrinos de bautismo: el que me llevó a la pila de la iglesia y el que me trajo a este psicólogo que me catalogó con este nuevo nombre, o será adjetivo, creo que ya lo convertí en verbo: yo esquizeo, él esquizea, nosotros esquizeamos, sí todos los ezquizoides esquizeamos, aunque la computadora me lo ponga en rojo. Ya sé, se estarán preguntando si soy un esquizoide excepcional, si fui al psicólogo; no, no, un tipo que se dice mi amigo desde pequeño, que dice tratar de ayudarme, me lo llevó a un restaurante, engañado yo, claro, un supuesto amigo de él, si me di cuenta, soy esquizoide no pendejo.

Ahora estoy aquí, miren, encerrado en esta cueva embarrotada, en la que puedo hacer mi diálogo interno. Que robé o fraudé o abusé, dicen; que yo no fui, digo; que no me creen, oigo. Que no tengo el don de la ubicuidad, pienso, yo estaba en otro lado, pero no les digo, no tiene objeto al fin, qué, ¡hola! soy Juan, y soy esquizoide, ja, ja, bah.
Las noches tienen aquí el color de un arcoiris enfermo atravesado por hachas que la parten en trozos de silencio, aquí espero mi sentencia, será mañana, o pasado mañana, será cualquier día (parece canción), me dijeron la fecha pero no puse atención, igual da: salir, entrar, subir, bajar.
Ya me dijeron, veinte años, si pago es la mitad, pero cómo pago si no debo; tengo no niego, pago no debo; pagar lo que debo sin deberlo no es una premisa lógica, los silogismos no concuerdan. De cualquier manera, adentro o afuera es igual, sólo las paredes son más anchas allá; de todos modos en veinte años saldré para adentro, así que ¡adiós! Soy Juan, y soy esquizoide, siempre y cuando el psicólogo ese, que no es psiquiatra, no haya hecho mal su diagnóstico.











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